lunes, 7 de julio de 2014

Luciérnagas



Cuando yo me muera, no espero que la vida de nadie se detenga, ni que el suelo tiemble bajo los pies de alguien. Solo espero que unas gotas de agua del mar mojen el campo en el que mi cuerpo se halle.






Cada día camino por los mismos pasos que llevo dando toda mi vida. Los mismos campos, las mismas calles, y aunque hay caras nuevas, incluso las mismas gentes. Paseo, paseo y paseo y, a cada paso que doy, sea mañana o sea noche, percibo olores, sonidos que me traen a la memoria momentos de otros tiempos. El olor a tierra mojada, cuando cae una tormenta o cuando los periquitos empapan el césped al anochecer. 

Los conejitos, las amapolas, esas flores amarillas de las que nunca supe el nombre, que adornan los huertos, ahora sin labrar, que recogía cuando era pequeña, hacía ramos de flores silvestres que traía a casa, para comprobar más tarde que flaco favor hacía a aquellas flores al cortarlas, pues tan efímera era su vida metidos sus tallos en un improvisado jarrón. Las espigas que tirábamos a la espalda de las otras niñas para saber cuántos novios íban a tener. Los grillos. El canto de los grillos en las noches de verano. El silencio. Las voces a lo lejos de los vecinos al fresco. Mis sentidos me engañan porque ya no hay vecinos que salgan al fresco a las puertas de sus casas. Algún vecino esporádicamente se suele sentar en el banco del solar más abajo de mi casa. Porque yo sigo viviendo en el mismo lugar donde crecí. La misma casa, la misma calle, los mismos campos, las mismas gentes. Pero, y que será de todo eso cuando yo me muera. ¿Se irán conmigo donde quiera que yo vaya? ¿o desaparecerán del mundo no dejando ninguna huella? Me gusta escribir sobre mi vida. Y quizás sea esa la razón. Solo el miedo o la pena, a que todo lo que yo soy, a todo lo que yo he sido desaparezca. Que llegue el día en que todos esos momentos, los sentimientos que su recuerdo despierta, ya no estén, ya no sean "ni una estela". Esos sentimientos que su recuerdo despierta, como encontrar en el solar de más abajo de mi casa, mientras escucho charlar a algunos vecinos sentados en el banco ¡una luciérnaga, dos, tres, cuatro luciérnagas! Luciérnagas que no había vuelto a ver desde los años de mi infancia, en las mismas calles, en los mismos campos, con las mismas gentes.


Cuando yo me muera, no espero que la vida de nadie se detenga, ni que el suelo tiemble bajo los pies de alguien. Solo espero que mis recuerdos se recuerden. Solo así espero..., no haber muerto.
Cuando yo me muera, solo espero que alguien derrame algunas lágrimas por mí.





2 comentarios:

  1. Juan Ramón Jiménez, también lo pensó así en "El viaje definitivo"

    "Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
    cantando.
    Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
    y con su pozo blanco.

    Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
    y tocarán, como esta tarde están tocando,
    las campanas del campanario.

    Se morirán aquellos que me amaron
    y el pueblo se hará nuevo cada año;
    y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
    del domingo cerrado,
    del coche de las cinco, de las siestas del baño,
    en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
    mi espíritu de hoy errará, nostáljico...

    Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
    verde, sin pozo blanco,
    sin cielo azul y plácido...
    Y se quedarán los pájaros cantando."

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    1. Sí, lo conozco. No son pocas las veces que pienso en ese poema, cuando veo los huertos de detrás de mi casa, el estanque que ahora está escondido tras las ramas de, creo, una noguera, el pozo, un poco más abajo. Sinceramente, vivo rodeada de poesía. No sé si es que está ahí, o que yo la pongo, no sé. Pero, hay días, que mis paseos son pura poesía alrededor. Gracias por comentar :)

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