lunes, 25 de febrero de 2013

La costilla de Adán


La vida siempre está llena. Llena de gentes, llena de músicas, llena de palabras, llena de situaciones, llena, llena, llena. La música siempre ha llenado y llena los huecos que pueda haber en mi vida, y si no los hay en un momento dado, yo se los hago para que entre por donde pueda o quiera y desee.
Hay músicas que, con el paso del tiempo, y la llegada de nuevas se olvidan y quedan "silenciosas y cubiertas de polvo en cualquier ángulo oscuro del recuerdo"*. Pero como lo bueno, único y auténtico en la vida, nunca se pierde y vuelve. Este es el caso. He necesitado traer del recuerdo una situación un tanto ridícula de mi vida, que salvando las distancias, se me asemeja a cualquier escena hilarante de la película del maestro Woody Allen, Misterioso asesinato en Manhattan, mi favorita; será porque así mismo la viví, ya sabemos que la realidad supera siempre a la ficción, (léase ¿Dónde se metió la vecina? del blog Cometas Rojas) para recuperar del tiempo y mi memoria esta magnífica joya de la música española, casi sin aspiraciones ni menciones, para mí, una de las mejores canciones que he escuchado en mi vida.
Espero que a quién la escuche le llene tanto como a mí.



 Nos ocupamos del mar - Alberto Pérez
(Versión con algunos cortes, aunque con toda su intención.
                        El autor del vídeo lo explica en youtube perfectamente.)                                                                      

* Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay,- pensé-, ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "Levántate y anda"!      G.A. Bécquer

domingo, 24 de febrero de 2013

¿Dónde se metió la vecina?


Un mañana cualquiera de un día cualquiera de un invierno cualquiera pero no en cualquier ciudad, sino en Granada, ciudad de turistas y estudiantes, de aprobados y suspensos, de la Alhambra, de amores y recuerdos, del Sacromonte, de historias y avatares; ciudad hermosa, querida y añorada.
Cuatro dormilones que no han ido a clase. Puede ser que no tuviéramos clase a primera hora, o puede ser que fuese la mañana que sigue a una noche de jugar a la pocha, o sacar agujetas en la barriga al no poder aguantar más la risa al escuchar La Mandrágora hasta las tantas de la madrugada, siempre hasta las tantas de la madrugada.


A mí me gusta dormir, no voy a negarlo, es verdad, y siempre digo que es mi hobby favorito. Pero no descubrí esa afición hasta que comencé mi vida de universitaria. Antes siempre echaba competiciones con el despertador a ver quién se despertaba antes..., siempre ganaba yo. Se podría decir que qué curioso cómo se puede cambiar en la vida, pero no, no se cambia, simplemente se perfeccionan habilidades. Y yo me hice especialista en dormir. Me saltaba casi siempre las primeras horas de clase. En mi defensa tengo que decir que siempre ponían verdaderos bodrios a esas horas, y así fue como también descubrí que me importa un pito lo que no me gusta, que "paso olímpicamente" si algo no es de mi interés, aunque me vayan los aprobados y la carrera en ello..., ya me buscaré la manera de salir del paso, y tengo que decir que, en ese sentido, siempre he tenido verdaderos golpes de suerte, por lo que, terminé mi carrera, no de forma brillante, evidentemente, pero la terminé, que, al fin y al cabo, es de lo que se trataba.

Mi compañera de habitación es más responsable que yo. Ella, al menos lo intenta. Se pone el despertador a las siete de la mañana y yo, entre sueños la oigo levantarse, dar la luz, salir al baño, y vuelvo a entregarme a los brazos de Morfeo, para dos horas después al tocar mi despertador y levantarme descubrir para mi sorpresa que ella sigue en la cama.

- ¿Pero tú no te habías levantado? ¿No has ido a clase?
- Es que cuando volví del baño para vestirme y te ví tan calentita y la cara tan rosada no me pude resistir y me volví a la cama.

Esta escena no sucedió ni una ni dos veces, esas serían las veces que consiguió vestirse e irse a clase.

Esta mañana cualquiera no ha sido una excepción pero pasará a la historia por una sola razón.

Aún no ha sonado el despertador pero yo me despierto de un modo un poco brusco. Cuando abro mis ojos veo como mi cara se acerca peligrosamente y, al momento, se aleja de la mesita de noche en rítmico vaivén. Mi primer pensamiento es la película del exorcista:

¡¡¡¡Dios mío, estoy poseídaaaaaaa!!!! (cual protagonista de la película El chip prodigioso.)

Pero rápidamente este pensamiento se disipa al oir a mi compañera de habitación dar gritos, me incorporo y la veo sentada en la cama con los brazos abiertos y las palmas de las manos hacia arriba, en un gesto de exigir respuestas a quien frente a ella hubiera, o sea, al armario. Requería una respuesta a su pregunta urgentemente:

- ¡¡¡¿¿¿¿Esto qué eeesssss????!!!

Todo ello al tiempo que oímos las puertas de las otras habitaciones abrirse bruscamente. Y más voces y gritos. La otra compañera viene corriendo por el salón en busca nuestra gritando desesperada:

- ¡¡¡Temblor de tierraaaaaa, temblor de tierraaaaaa....!!!

Y el cuarto dormilón, el novio de la compañera que sí fue a clase, nos insta a salir corriendo a la calle:

- ¡¡¡¡No cojáis nada, corred, corred, a la calleeeee!!!!

Y eso hacemos, corremos como galgos. Salimos en pijama a las escaleras:

- ¡¡¡¡El ascensor noooooo!!!!

En ese mismo momento vemos a una vecina como baja corriendo también en pijama. Eso nos da más confianza aún, y en siete centésimas estamos en el portal en pijama, agarrando la puerta para salir pitando a la calle.

Cuando a través del cristal de la puerta vemos un mundo paralelo al subidón de adrenalina que nosotros acabamos de vivir. La gente en la calle va caminando tranquilamente. Nadie ha percibido nada. Queda patente, en este mismo momento, que no existe una única realidad, sino que cada uno tiene la suya propia y la vida se vive en función de ese criterio propio y particular.

Nos miramos los unos a los otros y el único sentimiento que nos embarga es la vergüenza de estar en pijama en el portal, casi en la calle. No necesitamos decir nada. Salimos escaleras para arriba, no podemos esperar al ascensor y que alguien entre o nos vea desde la calle.

Llegamos al piso y vemos el reguero de ropas por el pasillo y el salón que hemos ido tirando en nuestra huida y, estas son nuestras conversaciones, dejando de lado la hinchá de reir que nos estábamos dando, pero ahora, ya en nuestro piso:

¡¡¡Piliiiii, te vamos a comprar un terremoto de despertadooooorrrr!!! ¡¡¡Mira con qué rapidez se ha levantadooooooo!!!

¡¡¡No le digáis a nadie que he dicho temblor de tierra en vez de terremoto!!! (Esta compañera nuestra era una acomplejada y todo tenía que hacerlo y decir perfecto).

¡¡¡Seguro que mi novia andando por la calle ha notado el terremoto y ha pensado: ¡uy, un mareillo!!!

¡¡¡Anda que si llegamos a salir a la calle en pijama!!! ¡¡¡Qué vergüenza!!!

Oye, ¿y dónde se metió la vecina?



Villatripas



                                          


Marieta
                                       

viernes, 22 de febrero de 2013

Vivir no es lo mismo que estar vivo


Siempre me ha gustado y  me sigue gustando
creer en la bondad de la personas;
pensar que por encima de nuestros propios intereses
está el interés supremo,
que no es ni más ni menos que la solidaridad
y la empatía con el prójimo,
vista la piel que vista.

Cuando miro alrededor prefiero ver sólo
aquello que manifiesta y expresa ese sentimiento:
las buenas obras que hacemos los unos por los otros.
Pero, a veces..., cuesta mirar y no ver nada más
que egoísmo, por encima de todo.

Qué sucede cuando alguien a quien quieres,
en quien confías,
a quien aprendes a tener y necesitar en tu vida,
se manifiesta abiertamente y no es quién tú creías.

Se puede perdonar,
pero nunca se vuelve a ser el mismo.
Ni nada vuelve a ser igual.
Todos nuestros actos, los que hacemos y los que recibimos,
van dejando una huella, una marca en nuestra alma,
y ya nunca se vuelve a ser el mismo,
ni a querer del mismo modo,
ni a confiar de la misma manera,
ni siquiera a mirar con la misma intención.

(Día desapacible en el lugar que habito,
frío, lluvia, viento y oscuridad.
Dolor de cabeza y resfriado común.
Pensamientos oscuros que no responden a
nada en particular;
quizás solo sean el resultado de mi situación actual.
Que nadie se dé por aludido).



domingo, 10 de febrero de 2013

"jodidamente loca, pero libre"





Quién soy yo que habito en un cuerpo desconocido.
Dónde están los míos,
dónde se fueron, cuándo y por qué.

¿No se dieron cuenta que me quedaba sola?
¿Que a nadie reconozco en mí?
¿que nadie me reconoce a mí?

Dónde se fueron, pero sobre todo, por qué.

martes, 5 de febrero de 2013

Yo (la más pequeña y la más grande de las palabras)

Ilustración adaptada de elementos obtenidos de diversas fuentes
 unificados en un solo dibujo.
Dibujo realizado por mi amiga Ihma.
A ella dedico este texto que sé que le dice muchas cosas. 

Comencé a construirme un castillo,
una fortaleza fortificada.
Para ello ejercí de arquitecto,
aparejador y albañil.
Con mis propias manos y mi esfuerzo diario,
poco a poco, fue cobrando forma.
Cada día le voy haciendo cambios,
porque aún queda un largo camino
hasta su total construcción.

En el interior de los anchos muros
planté árboles,
dí cobijo a animales,
cultivé un huerto y flores.

Lo adorné, lo cuidé y lo mimé.
A veces, con la llegada de algunas tempestades
todo se vino abajo,
pero como los cimientos eran buenos
lo volvía a restaurar y a recuperar.

Invité a que vivieran conmigo a mi familia,
amigos, compañeros de trabajo, vecinos...,
y a todo el que se ganó con su buena compañía y buen hacer
la entrada a mi hermoso lugar.
Algunos se quedaron para siempre, a otros educadamente
les invité a marcharse,
y había otros que estuvieron un tiempo
pero luego decidieron que se querían ir de mi lugar.

Hay algunas personas que cobran un papel principal.
Están conmigo siempre, comparten el día a día
con todo lo bueno o lo malo que pueda traer.
Incluso hay algunos...
que llegaron allí a través de mí...
esos son los especiales.

Pero la entrada y la salida a mi fortaleza es libre,
por doloroso que esto resulte.

No hay lugares fijos para nadie.

Y aunque alguno de ellos falte,
mi fortaleza seguirá en pie.
Porque yo soy su arquitecto,
aparejador y albañil.

Y aunque alguno de ellos falte,
el trabajo se puede volver a repetir,
porque mi fortaleza es lo único que tengo
y sólo yo soy capaz de mantenerla en pie.

(2/Junio/12)