lunes, 23 de julio de 2018

De animales y hombres





Nos toca levemente y nos regala su aliento, pero no es nosotros mismos. La veneramos y transgredimos como si fuera nuestra pero la Vida es supremo don que nos trasciende. 

                                En los soportales, Pilar
               https://porticus-pluviis.blogspot.com/



Es posible que tengamos algún tipo de predisposición, puede que genética, a establecer vínculos afectivos  y de apego con ciertas especies animales, como son los perros y los gatos. Desde tiempos prehistóricos ambos han convivido con nosotros de diferentes maneras, dada su forma diferente de ser. Es cierto que, en gran medida, existe una vinculación especial del ser humano con estas otras especies, tanto que nos afecta especialmente su sufrimiento, sobre todo, si ese sufrimiento viene infligido por el ser humano. Pero también es cierto que, a pesar de que vivimos rodeados de vida, los seres humanos no nos apercibimos de ello, tal vez a causa de que el ser humano ha ordenado el mundo en función de una escala de valores, que no por ser la estándar la hace más cierta. 

Veo con mucha frecuencia reflexiones, vídeos, imágenes en relación al respeto que debemos mostrar por estas especies animales, perros y gatos, y todo eso está muy bien. Aunque cada vez que veo una reflexión, una imagen o un vídeo de este tipo me pregunto por qué esas personas que hacen esas reflexiones o que las comparten no dan un paso más allá. 

Un toro y una vaca son animales herbívoros, absolutamente inofensivos para con los hombres. Un cerdo tiene el nivel intelectual de un niño de tres años. Las ocas y las gallinas desarrollan vínculos afectivos con quienes se relacionan, como las cabras y las ovejas, hay muchos ejemplos más del nivel intelectual y afectivo que a día de hoy sabemos que tienen la mayoría de especies animales. No soy bióloga, ni ninguna otra profesión que pueda aportar alguna teoría a la que rebatir al respecto. Solo puedo decir que tomé una decisión hace ya algún tiempo en base a los sentimiento encontrados que despertaban en mí ciertas historias que leía y conocer el infierno que se esconde tras los muros de los mataderos o cualquier otro lugar donde se lleve a cabo explotación animal, eso añadido a que desde siempre, sentía culpa y tristeza ante la carne en el plato, no siendo capaz de desligarla del animal que en vida fue. 

En mi humilde conocimiento del mundo sé que el hombre ha ido evolucionando y adaptándose a este de un modo muy peculiar, muy diferente al del resto de miembros del reino animal y el reino vegetal. En lugar de adaptarse y ser uno más de la cadena, ha hecho que el mundo se adapte a él, siendo él el centro mismo de toda la creación, lo que se conoce como antropocentrismo. Esto conlleva que todo lo que nos rodea es propiedad del hombre, y tiene únicamente el valor exacto que pueda aportar al hombre. Volviendo a los perros, de ahí que el cazador abandone a su suerte al perro, en el mejor de los casos, cuando ya no le rinde por ser demasiado viejo. 

Tomar la decisión de dejar de usar cualquier forma de vida y respetarla en la mayor medida de la que se es posible es afrentar al status quo, ni más ni menos, y por ello, saber que se va a ser continuamente juzgado. Es dejar de estar cómodo, porque alimentarse, lavarse, vestirse de un modo distinto a lo que encuentras por todos lados puede resultar difícil en los comienzos. Es estar en continua alerta para no cometer ningún error, y llevar un ejercicio de perdón casi permanente contigo mismo cuando los cometes, porque se cometen, y de perdón y respeto a los que te rodean y quieres. Es cambiar toda tu forma de vivir, y por ello, exige un grado de compromiso  muy grande  pero, a su vez, ese grado de compromiso lleva unido, como la noche lo es al sueño, un grado de satisfacción tan grande que ya no hay marcha atrás por mucho que sea el sufrimiento que conlleve.

A veces, me gusta pensar, que aquellas personas que me rodean, a las que quiero y que sé que aman a los animales, en algún momento su nivel de conciencia dará ese salto, el que llegue a producirles auténtico pavor meter  cualquier trozo de carne en su boca, como si de un trozo de carne humana se tratara, y en lugar de ver comida en el plato, vean un ser que amaba su vida, como todos bajo el sol, que amaba a su madre, como todos los hijos, que jugaba con sus hermanos, y que no vino a este mundo a servirnos, sino a vivir la maravillosa Vida que se nos ha regalado a todos por igual en este planeta minúsculo y perdido en el universo. 

Si esa vida la hemos convertido en un infierno no es culpa de ellos, es solo nuestra. 

Me suele resultar muy difícil hablar de este tema con las demás personas por dos razones que tienen una correlación de causa y efecto. Tratar de explicar a alguien que me pide mis razones para dejar de comer animales y rechazar cualquier producto que tenga un origen animal me supone un gran esfuerzo emocional puesto que debo sacar a flor de piel unos sentimientos profundos y dolorosos, por lo que la explotación animal supone, y por regla general, no suelo encontrarme con modelos de empatía, más bien al contrario, personas que al sentirse con la autoridad suficiente para juzgar, recriminar, rebatir, mofarse o hacer leña del árbol caído, todo ello de una decisión mía propia que afecta sólo a mi vida y mi persona y tiene que ver con mi forma de ver y entender la vida, me hace todo más doloroso aún, aunque mi apariencia exterior sea normalmente de enfado. Es por ello, que son mis amigas, las que al acudir a un lugar nuevo donde no me conocen, piden por mí, lo han hecho de forma inconsciente desde el principio, tal vez por esa empatía innata que ni se sabe que se tiene, porque yo no me siento con la fuerza suficiente para hacerlo una y otra vez,  y es por ello por lo que les estaré eternamente agradecida.