lunes, 27 de agosto de 2018

Madres



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                   -     Hay que adaptarse a las nuevas circunstancias.

Eso fue lo último que escuchó antes de que su pensamiento volase lejos. Tan lejos que apenas podía recordar a aquellos que conformaron su universo, sus amigos, cuando no eran más que adolescentes en una lánguida tarde primaveral, sentados en un banco del parque fantaseando sobre su futuro. Fue entonces cuando supo que todo lo que ansiaba en la vida era ser una madre.
Acababa de salir de la consulta del psicólogo. Hacía una semana que le habían dado el diagnóstico definitivo. No podría ser madre. Así, sin más. Todos los cimientos sobre los que se sustentaba su vida se habían desmoronado, y aunque sabía que la única opción que quedaba era recomponerlos y empezar de cero, solo necesitaba unos minutos, solo unos minutos.

Caminó ausente hacia el banco en el que todo empezó, aquel en el que el verano huele a sauce siempre. Se sentó y en un profundo suspiro que inundó el aire, acunó amorosamente a esa niña que nunca llegaría a ver, y arrulló con ternura a ese niño al que nunca podría acariciar. Aunque sabía que jamás dejaría de amarlos, porque el amor tiene múltiples formas de manifestarse y son muchas las diferentes maneras de ser madre.  

lunes, 23 de julio de 2018

De animales y hombres





Nos toca levemente y nos regala su aliento, pero no es nosotros mismos. La veneramos y transgredimos como si fuera nuestra pero la Vida es supremo don que nos trasciende. 

                                En los soportales, Pilar
               https://porticus-pluviis.blogspot.com/



Es posible que tengamos algún tipo de predisposición, puede que genética, a establecer vínculos afectivos  y de apego con ciertas especies animales, como son los perros y los gatos. Desde tiempos prehistóricos ambos han convivido con nosotros de diferentes maneras, dada su forma diferente de ser. Es cierto que, en gran medida, existe una vinculación especial del ser humano con estas otras especies, tanto que nos afecta especialmente su sufrimiento, sobre todo, si ese sufrimiento viene infligido por el ser humano. Pero también es cierto que, a pesar de que vivimos rodeados de vida, los seres humanos no nos apercibimos de ello, tal vez a causa de que el ser humano ha ordenado el mundo en función de una escala de valores, que no por ser la estándar la hace más cierta. 

Veo con mucha frecuencia reflexiones, vídeos, imágenes en relación al respeto que debemos mostrar por estas especies animales, perros y gatos, y todo eso está muy bien. Aunque cada vez que veo una reflexión, una imagen o un vídeo de este tipo me pregunto por qué esas personas que hacen esas reflexiones o que las comparten no dan un paso más allá. 

Un toro y una vaca son animales herbívoros, absolutamente inofensivos para con los hombres. Un cerdo tiene el nivel intelectual de un niño de tres años. Las ocas y las gallinas desarrollan vínculos afectivos con quienes se relacionan, como las cabras y las ovejas, hay muchos ejemplos más del nivel intelectual y afectivo que a día de hoy sabemos que tienen la mayoría de especies animales. No soy bióloga, ni ninguna otra profesión que pueda aportar alguna teoría a la que rebatir al respecto. Solo puedo decir que tomé una decisión hace ya algún tiempo en base a los sentimiento encontrados que despertaban en mí ciertas historias que leía y conocer el infierno que se esconde tras los muros de los mataderos o cualquier otro lugar donde se lleve a cabo explotación animal, eso añadido a que desde siempre, sentía culpa y tristeza ante la carne en el plato, no siendo capaz de desligarla del animal que en vida fue. 

En mi humilde conocimiento del mundo sé que el hombre ha ido evolucionando y adaptándose a este de un modo muy peculiar, muy diferente al del resto de miembros del reino animal y el reino vegetal. En lugar de adaptarse y ser uno más de la cadena, ha hecho que el mundo se adapte a él, siendo él el centro mismo de toda la creación, lo que se conoce como antropocentrismo. Esto conlleva que todo lo que nos rodea es propiedad del hombre, y tiene únicamente el valor exacto que pueda aportar al hombre. Volviendo a los perros, de ahí que el cazador abandone a su suerte al perro, en el mejor de los casos, cuando ya no le rinde por ser demasiado viejo. 

Tomar la decisión de dejar de usar cualquier forma de vida y respetarla en la mayor medida de la que se es posible es afrentar al status quo, ni más ni menos, y por ello, saber que se va a ser continuamente juzgado. Es dejar de estar cómodo, porque alimentarse, lavarse, vestirse de un modo distinto a lo que encuentras por todos lados puede resultar difícil en los comienzos. Es estar en continua alerta para no cometer ningún error, y llevar un ejercicio de perdón casi permanente contigo mismo cuando los cometes, porque se cometen, y de perdón y respeto a los que te rodean y quieres. Es cambiar toda tu forma de vivir, y por ello, exige un grado de compromiso  muy grande  pero, a su vez, ese grado de compromiso lleva unido, como la noche lo es al sueño, un grado de satisfacción tan grande que ya no hay marcha atrás por mucho que sea el sufrimiento que conlleve.

A veces, me gusta pensar, que aquellas personas que me rodean, a las que quiero y que sé que aman a los animales, en algún momento su nivel de conciencia dará ese salto, el que llegue a producirles auténtico pavor meter  cualquier trozo de carne en su boca, como si de un trozo de carne humana se tratara, y en lugar de ver comida en el plato, vean un ser que amaba su vida, como todos bajo el sol, que amaba a su madre, como todos los hijos, que jugaba con sus hermanos, y que no vino a este mundo a servirnos, sino a vivir la maravillosa Vida que se nos ha regalado a todos por igual en este planeta minúsculo y perdido en el universo. 

Si esa vida la hemos convertido en un infierno no es culpa de ellos, es solo nuestra. 

Me suele resultar muy difícil hablar de este tema con las demás personas por dos razones que tienen una correlación de causa y efecto. Tratar de explicar a alguien que me pide mis razones para dejar de comer animales y rechazar cualquier producto que tenga un origen animal me supone un gran esfuerzo emocional puesto que debo sacar a flor de piel unos sentimientos profundos y dolorosos, por lo que la explotación animal supone, y por regla general, no suelo encontrarme con modelos de empatía, más bien al contrario, personas que al sentirse con la autoridad suficiente para juzgar, recriminar, rebatir, mofarse o hacer leña del árbol caído, todo ello de una decisión mía propia que afecta sólo a mi vida y mi persona y tiene que ver con mi forma de ver y entender la vida, me hace todo más doloroso aún, aunque mi apariencia exterior sea normalmente de enfado. Es por ello, que son mis amigas, las que al acudir a un lugar nuevo donde no me conocen, piden por mí, lo han hecho de forma inconsciente desde el principio, tal vez por esa empatía innata que ni se sabe que se tiene, porque yo no me siento con la fuerza suficiente para hacerlo una y otra vez,  y es por ello por lo que les estaré eternamente agradecida. 

domingo, 29 de abril de 2018

La futilidad de lo mundano vs. la trascendencia del ser







“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
Blade runner


Empiezo a sentirme bastante cansado. Tengo la sensación de haber vivido una eternidad. Tal vez verdaderamente sea una eternidad, pero según el tiempo del cosmos tampoco es tanto tiempo. ¡Tiempo! Recuerdo a mis hijos, la importancia que le daban a este. Puse demasiadas expectativas en ellos, es verdad, pero los amaba, ¿cómo no hacerlo? ¡Eran mis hijos! A veces los echo de menos, estaba siempre muy atareado con sus tribulaciones, y ahora estoy un poco aburrido, aunque he aprendido a pasar el tiempo fisgoneando en la vida de mis vecinos más cercanos. Les di todo lo que necesitaban y, sin embargo, nunca les pareció suficiente. Por eso acabé con ellos.

¡Me he esforzado tanto toda mi vida! Y llegado ya el ocaso, me siento solo, aunque, en realidad, si lo pienso detenidamente, siempre lo he estado.

Me gusta darle vueltas y más vueltas al pensamiento, buscando razones y fundamentos de todo, ¿a ustedes no? Desde mi posición privilegiada sería fácil pensar que tengo todo el saber en mi haber, pero ¡qué va!, nada más lejos de la realidad. Cuando empecé a tener un poco de cabeza para entender en donde estaba metido me sentía un vitalista, de ahí mis hijos, seres vivos que con sus propias fuerzas explicarían todos los procesos biológicos. Más tarde, los hechos me llevaron a convertirme en un existencialista. El conocimiento de la realidad para mí se basaba en la experiencia inmediata de mi propia existencia, por eso quité de en medio a mi prole. Y ahora me he convertido en un nihilista de manual. A pesar de mis años y mi experiencia en este mundo, no he llegado a comprender nada, y es que estoy seguro de que no hay nada que comprender. Me han coronado rey y ascendido a las glorias de la divinidad, pero lo cierto es que no soy más que uno de tantos que vive siguiendo las leyes de la física y que, como todo en este mundo, está llegando a su fin. “Somos destinos de muerte”, leí una vez por ahí. Tengo curiosidad por saber qué sucederá después, pero no estoy seguro de que vaya a saberlo.

Tanta charla me está agotando. La charla y el sobreesfuerzo que tengo que hacer últimamente en mi expansión engullendo materia. La Tierra iba en el último lote que me he tragado. ¡Claro!, de ahí que me haya acordado de mis hijos. Hacía bastante que no pensaba en ellos. Desde que perecieron abrasados tras la aterradora tormenta que provoqué, todo ha estado en un absoluto silencio que me ha permitido descansar, reflexionar sobre mi existencia y dormitar, y es que habían generado tanto ruido que era imposible echar una siestecita. Tan sólo, de vez en cuando, el silencio es sobresaltado por alguna explosión aquí o allá, o las cosquillas provocadas por el paso de algún cometa. 

Me ha entrado la nostalgia de aquellos tiempos. Nostalgia, y un poco de tristeza. Soy consciente de que no soy más que un avatar sin importancia del cosmos, próximo a generar nuevos estados de la materia mía propia y de la de mi alrededor. Pero siento tristeza al pensar que cuando ya no pueda más y de mí no se desprenda ya ni el más mínimo rayo de luz y calor, y sólo sea frío y oscuridad en estos que fueron mis dominios, el recuerdo de todo lo que crearon esos incautos humanos, su música y su poesía, su amor y también su odio, sus grandes obras maestras y sus más aberrantes miserias, desaparecerá para siempre en la vasta inmensidad del misterioso espacio que tengo ante mí.

domingo, 7 de enero de 2018

Volveremos a encontrarnos

Soy tu amo..., eres mía.
Parece que no puedo poseer tu alma
sin perder la mía.”
Forastera, Diana Gabaldon



La noche del ritual de los sueños compartidos, Wakanda, la de poder mágico, compartió con el resto del clan uno de los sueños que más recientemente había tenido y que la había inquietado como hacía mucho tiempo que ningún otro sueño lo había hecho. Era la pupila del chamán. Sus cualidades, así como el hecho de ser una elegida del Gran Espíritu, la habían convertido en un miembro reconocido del clan Águila, perteneciente a la gran nación iroquesa, desde muy temprana edad.

Wakanda no había soñado con muertes, con espíritus malignos, ni tan siquiera con desastres naturales. Había tenido un sueño hermoso. Era una cálida noche de verano, y ella estaba tumbada sobre la fresca hierba del prado, contemplando plácidamente la lluvia de estrellas que todos los años se sucedía desde tiempos inmemoriales. Entre todos los miembros del clan llegaron a la conclusión de que se trataba de un sueño de mal agüero.

Cuando pasó la estación fría, empezaron a verse por la zona hermanos lakotas, pueblo de las grandes llanuras, nómadas que iban cambiando su residencia en busca de rebaños de bisontes. No era la primera vez que, alguna mujer de su clan se había unido con uno de estos hermanos, y por tanto, había sido asumido como un miembro más del clan. Y así fue como Magena, luna creciente, se unió a Logan, nube en lengua sioux, dejando patente para el chamán que ese era el origen del sueño de Wakanda.

Para Wakanda, la unión de Magena con aquel hombre, fue peor que cualquier tortura. Habían crecido juntas, sus familias habían ocupado espacios contiguos en la casa comunal, y lo que las unió desde pequeñas iba más allá de lazos de hermandad o amistad. Los demás miembros del clan lo sabían desde que eran pequeñas, ambas eran dos-espíritus, hecho que fue considerado como un regalo del Gran Espíritu para con el clan. Y, por ello, desde pequeñas, gozaron del respeto y admiración de todos, siéndoles otorgado un grado mayor de libertad de lo que era normal para los otros niños.

Gustaban de ausentarse, se escabullían del resto de niños para estar solas, y era de su gusto ir al lago, a bañarse en tiempos de calor, y en tiempos de frío, a deslizarse sobre la gruesa capa de hielo que sobre él se formaba. Según fueron creciendo, esos lazos se estrecharon más allá del plano espiritual para materializarse en el plano físico. Wakanda recordaba con especial ternura cuando Magena, supo de la muerte. Ella tenía mayores conocimientos de la vida, instruída desde pequeña por el chamán, pero entendía que para el resto de niños tomar conciencia de la muerte era un momento bastante difícil de superar. Así que, limpiándole las lágrimas de las mejillas, comenzó a explicarle con extrema ternura:

Cuando morimos, una parte de nuestra alma se refugia en un limbo de recuerdos donde, paciente y descansada, alimentándose del propio humor que desprenden esos recuerdos, espera el momento y el lugar adecuado al que debe regresar. En cierto modo, eso nos convierte a todos en un único ser, compartiendo todos, los sentimientos que en otros tiempos u otros lugares compartieron otras personas antes que nosotros. Nos buscamos por el mundo, hasta que, por fin, nos encontramos. Por eso, no llores, preciosa luna creciente, porque no importa el tiempo que pase, nos volveremos a encontrar.

Por eso, Wakanda, el día que Magena se unió a Logan, sin comprender qué había sucedido, se refugió en el lugar más oscuro que se pueda encontrar en el alma de una persona. Y el chamán temió no sólo que no regresase sino que se perdiese en ese laberinto de múltiples e inciertos caminos de los que se construye el alma humana.

Magena era, lo que en honor a su nombre debía ser, inmadura, voluble e inconstante.
Cualidades que, a pesar de los inconvenientes, la convertían en un ser adorable. Pero tras esas cualidades, se escondía una sombra que ni el chamán había sido capaz de descubrir. Una mañana, Magena fue a visitar a Wakanda, pero esta había encontrado un refugio en su mente donde se encontraba agusto y, en cierto modo, tranquila. Veía a Magena hablarle, pero apenas la escuchaba, y Magena se fue. Pudieron pasar horas, tal vez, hasta que algunas palabras empezaron a sonar en la mente de Wakanda, como si fuesen un eco o una ensoñación: ira, deseos, odio. Y, de pronto, dando un respingo, comprendió. Echó a correr, sus pasos la guiaban sin ella dar órdenes, hasta una cueva alejada del poblado. Llegó justo a tiempo de impedir el asesinato, pero se quedó mirando como Magena caía sobre Logan, que no esperaba esa actuación de su adorable compañera, como un animal rabioso, sacando toda su furia interna gritando y tirándolo al suelo mientras intentaba clavarle un puñal sobre el corazón. Logan le sujetó la mano y, a pesar de sus esfuerzos, la mano que empuñaba el puñal no cedía ni un milímetro, cosa que hacía enfurecer a Magena aún más. Entonces Wakanda, despidiéndose de sí misma, dejó caer su cuerpo sobre el cuerpo de Magena mientras empujaba con todas sus fuerzas su hombro hasta que el puñal entró lentamente en el corazón de Logan.

Se hizo un silencio atronador con el único sonido de ambas respiraciones. Hasta que Magena, incorporándose y recobrando la compostura fríamente exclamó:

̶  No importa, volveremos a encontrarnos.

Wakanda dejó de mirar fijamente el cuerpo de Logan tendido en el suelo sin vida, para mirarla fijamente. Debió haber sentido un estremecimiento por todo su cuerpo al escuchar esas palabras, pero en cambio, no sintió nada.

Sabía que jamás podrían volver, sabía que Magena albergaba al espíritu maligno en su interior, y también sabía que su propia vida peligraba junto a ella, una vez desatado el mal. Así que, cuando se dispusieron a abandonar la cueva, Wakanda respiró hondo, y junto a Magena, el otro dos-espíritus al que amaba con todas las fuerzas de su existencia, y que había sido considerado por el clan, junto a ella misma, un enviado por Manitú, se sumergió en un camino desconocido e incierto, como inciertos y desconocidos son los caminos que construyen el alma humana.