“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas
más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta
de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en
la lluvia. Es hora de morir.”
Blade runner
Empiezo a sentirme bastante cansado. Tengo la sensación de
haber vivido una eternidad. Tal vez verdaderamente sea una eternidad, pero
según el tiempo del cosmos tampoco es tanto tiempo. ¡Tiempo! Recuerdo a mis
hijos, la importancia que le daban a este. Puse demasiadas expectativas en
ellos, es verdad, pero los amaba, ¿cómo no hacerlo? ¡Eran mis hijos! A veces
los echo de menos, estaba siempre muy atareado con sus tribulaciones, y ahora
estoy un poco aburrido, aunque he aprendido a pasar el tiempo fisgoneando en la
vida de mis vecinos más cercanos. Les di todo lo que necesitaban y, sin
embargo, nunca les pareció suficiente. Por eso acabé con ellos.
¡Me he esforzado tanto toda mi vida! Y llegado ya el ocaso,
me siento solo, aunque, en realidad, si lo pienso detenidamente, siempre lo he
estado.
Me gusta darle vueltas y más vueltas al pensamiento, buscando
razones y fundamentos de todo, ¿a ustedes no? Desde mi posición privilegiada
sería fácil pensar que tengo todo el saber en mi haber, pero ¡qué va!, nada más
lejos de la realidad. Cuando empecé a tener un poco de cabeza para entender en
donde estaba metido me sentía un vitalista, de ahí mis hijos, seres vivos que
con sus propias fuerzas explicarían todos los procesos biológicos. Más tarde,
los hechos me llevaron a convertirme en un existencialista. El conocimiento de la realidad
para mí se basaba en la experiencia inmediata de mi propia existencia, por eso
quité de en medio a mi prole. Y ahora me he convertido en un nihilista de
manual. A pesar de mis años y mi experiencia en este mundo, no he llegado a
comprender nada, y es que estoy seguro de que no hay nada que comprender. Me
han coronado rey y ascendido a las glorias de la divinidad, pero lo cierto es
que no soy más que uno de tantos que vive siguiendo las leyes de la física y
que, como todo en este mundo, está llegando a su fin. “Somos destinos de
muerte”, leí una vez por ahí. Tengo curiosidad por saber qué sucederá después,
pero no estoy seguro de que vaya a saberlo.
Tanta charla me está agotando. La charla y el sobreesfuerzo
que tengo que hacer últimamente en mi expansión engullendo materia. La Tierra
iba en el último lote que me he tragado. ¡Claro!, de ahí que me haya acordado
de mis hijos. Hacía bastante que no pensaba en ellos. Desde que perecieron
abrasados tras la aterradora tormenta que provoqué, todo ha estado en un
absoluto silencio que me ha permitido descansar, reflexionar sobre mi
existencia y dormitar, y es que habían generado tanto ruido que era imposible
echar una siestecita. Tan sólo, de vez en cuando, el silencio es sobresaltado
por alguna explosión aquí o allá, o las cosquillas provocadas por el paso de
algún cometa.
Me ha entrado la nostalgia de aquellos tiempos. Nostalgia, y un poco de tristeza. Soy consciente de que no soy más que un avatar sin importancia del cosmos, próximo a generar nuevos estados de la materia mía propia y de la de mi alrededor. Pero siento tristeza al pensar que cuando ya no pueda más y de mí no se desprenda ya ni el más mínimo rayo de luz y calor, y sólo sea frío y oscuridad en estos que fueron mis dominios, el recuerdo de todo lo que crearon esos incautos humanos, su música y su poesía, su amor y también su odio, sus grandes obras maestras y sus más aberrantes miserias, desaparecerá para siempre en la vasta inmensidad del misterioso espacio que tengo ante mí.
Me ha entrado la nostalgia de aquellos tiempos. Nostalgia, y un poco de tristeza. Soy consciente de que no soy más que un avatar sin importancia del cosmos, próximo a generar nuevos estados de la materia mía propia y de la de mi alrededor. Pero siento tristeza al pensar que cuando ya no pueda más y de mí no se desprenda ya ni el más mínimo rayo de luz y calor, y sólo sea frío y oscuridad en estos que fueron mis dominios, el recuerdo de todo lo que crearon esos incautos humanos, su música y su poesía, su amor y también su odio, sus grandes obras maestras y sus más aberrantes miserias, desaparecerá para siempre en la vasta inmensidad del misterioso espacio que tengo ante mí.
Siempre nos cuestionamos el destino como si de una sola respuesta se tratara, es curioso, hay una sola forma de medir el tiempo, pero nuestro destino se aferra al paso del tiempo contemplando la infinita posibilidad en la forma, de llegar hasta el final. Me gusta mucho Pilar, enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Jorge, como habrás podido comprobar el paso del tiempo es algo que me da quebraderos de cabeza, y más que el paso del tiempo en sí, es el inquebrantable paso firme hacia el final, que es lo que realmente pica. Me alegro de que te guste. Gracias por comentar. Besito
ResponderEliminar