“La ciencia se compone de errores, que a su vez, son los pasos hacia la verdad.”
Julio Verne
Julio Verne
Efecto
mariposa:
Concepto de la teoría del caos. Si en un sistema se produce una
pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación,
podrá generar un efecto considerablemente grande a corto o medio
plazo.
Ginebra,
año 2091
Ethan
era un conocido nocturno en el centro de Organización Europea. Era
uno de los pocos físicos que pasaba allí un gran número de noches
trabajando hasta el amanecer. Le gustaba acudir allí por las noches
por el silencio ya que durante el día era un continuo ir y venir.
Desde que se retomaran algunas de las teorías propuestas por el
genio Albert Einstein un siglo atrás, acudía al centro con un
interés renovado. Al llegar aquella noche, preparó con pulcritud la
lista de parámetros que debía introducir en la simulación, que
aunque los tenía memorizados no dejaba de mirar para no cometer
errores. A pesar de estar en una zona cerrada, una casi minúscula
polilla le rozó con su aleteo nervioso la oreja derecha.
Sobresaltado, pegó un manotazo al aire, y sin querer pulsó la tecla
de puesta en marcha del Gran colisionador, sin terminar de meter los
parámetros. Del susto, la sangre le invadió toda la cara
dejándosela de color grana, y el corazón le latía tan fuerte que
parecía que se quería salir del pecho. Acababa de poner en marcha
el, comúnmente llamado acelerador, sin supervisión, con una
cadena de parámetros incompleta e incorrecta. Millones de euros
invertidos para que él, ahora, provocara algún desajuste o avería.
Esperó en silencio, casi sin respirar, al menos tres horas. Pasado
este tiempo, no sucedió nada, salvo el mensaje de error que apareció
en la pantalla, para luego desaparecer. Así que, aliviado, decidió
marcharse a su casa, y no volver a pensar en la maldita polilla que,
impúnemente, había desaparecido por una rejilla de ventilación.
Granada,
1874
La
noche se presentaba fresca e Hilario se preparaba para una noche más
de trabajo. Acababa de sacar del armario la pesada capa que lo
protegía del frío en las peores noches invernales. No había pasado
aún el mes de noviembre, y las calles estaban cubiertas de un manto
de hojas decrépitas. Lo que más le gustaba de su trabajo eran los
eternos paseos por las calles vacías: el crujir de las ramas de los
árboles, el susurro de las hojas en las noches de viento; y, el
golpe seco y hueco que iban dejando sus pasos en el acerado, se
convertía en esta época del año en el chisporroteo travieso de
hojas al deshacerse bajo sus pies. Hacía tiempo que su madre había
dejado de incordiarle con que sentara la cabeza y se buscara una
novia, que ya a sus veintiocho años se iba a quedar para vestir
santos. - ¡La culpa la tienen esos malditos libros!, solía
gritarle. Pero a él, esos libros y Julio Verne, le habían salvado
de sus noches anodinas, recorriendo calles, abriendo puertas y
anunciando la hora y el tiempo a grito de – y serenooo. Él era
consciente de que algunas noches perdía el sentido de la realidad,
cuando al imaginarse protagonista de algunas de aquellas aventuras
submarinas o viajes a la luna, su preferida, al escuchar cualquier
sonido extraño proveniente de la noche, que siempre está repleta de
sonido extraños, por un momento creía que se trataba de alguno de
esos personajes que venía a hacerlo particípe de la acción. Luego,
se reía de sí mismo, pero en el fondo reconocía que ese sería el
mejor de los futuros que le podía esperar. Ese era su deseo real y
más profundo: convertirse en el protagonista de una o de miles de
aventuras.
Esa
noche, cuando Hilario inició su paseo por la avenida arbolada, lo
primero que hizo fue mirar a la ventana de la señorita Margarita.
Aún se veía una luz encendida. Mañana era el día de su boda y
esta noche, posiblemente, le costaría conciliar el sueño. Miró una
segunda vez y allí vió su figura, saludándolo con la mano, y como
si de un ritual se tratase, él le devolvió el saludo y prosiguió
su camino. Acababa de corear las tres de la madrugada de nuevo a la
altura de la ventana de Margarita, cuando una ligera brisa se
levantó. Iba concentrado en el crujir de las hojas secas bajo sus
pies y sintió como unas cuantas hojas cayeron a la vez al suelo tras
él. Hecho sin importancia pero que le hizo volverse a mirar. No
había nadie, como era de esperar. Miró a la ventana de Margarita,
pero ahora estaba a oscuras. Le hubiese gustado ver su silueta
saludándolo de nuevo. Siguió su trayecto con un cierto hilo de
intranquilidad, al que no se atrevía a llamar miedo. Espantó los
malos augurios de su cabeza y prosiguió dándole vueltas a De la
Tierra a la Luna, de Julio Verne. A pesar de su insistencia en
concentrarse en sus pasos y pensamientos, el viento no dejaba de
arrastrar hojas al suelo tras él, lo que lo iba poniendo cada vez
más nervioso. Así fue pasando el tiempo, hasta que a las cuatro y
media de la madrugada vio encenderse la ventana de Margarita, lo que
le dio cierta tranquilidad...
Pero,
de repente, un estruendo magnético le provocó un agujero en el
estómago, para luego convertirse en secuencias agudas de chillidos
metálicos que como látigos le atizaban por todo el cuerpo,
intentaba zafarse de una fuerza indescriptible que había surgido de
la nada y que lo atrapaba sin piedad no dejándole ni emitir un
minúsculo grito. Cuando Margarita se asomó a la ventana y miró
tras el visillo, vio como, Hilario el sereno, primero se debatía a
manotazos con el aire para en una décima de segundo después,
desaparecer.
Los
vecinos acudieron al auxilio de los gritos de Margarita que apenas
podía explicar lo que había visto. Amaneció y la boda no se
celebró. Su futuro esposo la repudió por trastornada, y todo el
barrio se sumergió en un murmullo en el que daban diferentes
explicaciones a la desaparición de Hilario. Unos vecinos decían que
se había escapado con una fulana, otros que había sido testigo de
un asesinato y, se lo llevaron por delante, y así, durante un tiempo
hasta que las lenguas se cansaron de hablar y las mentes de inventar.
Lo que sí era cierto es que Hilario, había emprendido un camino
desconocido, donde la abertura en la línea espacio-tiempo provocada
por Ethan, un par de siglos después, lo convertiría en el
protagonista de multitud de aventuras en diferentes mundos y tiempos
posibles, convirtiendo sus anhelos en realidad y, siendo, finalmente,
feliz... o no.
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