Abro los ojos, y presiento que este momento será especial el resto de mi vida...
Abro los ojos y los oídos y la nariz a muchas cosas por primera vez en mi vida.
Hoy el día no es luminoso, el cielo está encapotado.
- ¡Qué fastidio! ¿Pero es que en verano también llueve?
- Es una tormenta de verano - me han dicho los mayores que hay conmigo.
Nunca antes me había fijado en esas cosas. Pero hoy sí.
Quizás tenga siete, ocho años; la tormenta ha pasado, como siempre lo hacen, y una figura se ve a lo lejos. Un hombre, no desconocido, simpático y agradable..., maestro, de pie en medio de la explanada, las manos en los bolsillos, quieto, de espaldas. ¡Qué extraño es todo!
-¿Qué hace? - pregunto a mi amiga con la que comparto ese verano.
- Está oliendo a tierra mojada.
En ese momento mis dudas, mis preguntas se detienen y me embarga un para mí desconocido y extraordinario olor, que penetra a borbotones por mis fosas nasales inundando todo mi ser.
¡Ha llovido tanto desde entonces! Pero jamás he dejado de recordar esa primera bocanada del mundo que entró por mi pequeña e inexperta nariz.
Me encanta y la música... El broche
ResponderEliminarLa misma de siempre
El olor a tierra mojada, como cuando se ve el fuego por vez primera, cosas que marcan para siempre, quizá por esa memoria de especie que nos recuerda en cosas como esas, que a pesar de los smartphone, seguimos siendo animales. Muy bonito, gracias por compartirlo. Un beso ��.
ResponderEliminarGracias Jorge. Es cierto, nos hemos equivocado de todas todas. Hemos creado una forma de vivir de espaldas a nuestra propia naturaleza. Porque aunque nos empeñemos en negarlo, somos solo eso, nada más y nada menos que animales. Besoooo
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