No hay nada más tonto que un adulto,
y si es un zapatero, ya para qué vamos a hablar más.
Hay veces que la sorpresa que nos llevamos con sus preguntas absurdas
es mayúscula.
A mi amiga I se le han roto sus zapatos,
y he ido con ella a llevárselos al zapatero para que los arregle.
Pasados unos días hay que volver para recogerlos.
Vuelvo a ir con ella el día señalado.
Entramos al tallercito,
impregnado del olor a cuero, cola y suelas desgastadas.
Pregunta el zapatero:
- ¿cuáles eran tus zapatos, niña?
¿¡Hábrase visto pregunta más insulsa, sin sentido, tonta al fin!?
Y como no es de extrañar, responde mi amiga con aplomo y desparpajo:
- ¡Pues unos que estaban rotos!
Si es que la infancia o, en este caso, la preadolescencia es lo que tiene,
que las cosas son lo que son
y tó lo demás sobra.
* Voz autóctona de mi pueblo para referirnos a la tontera: tontería, simpleza. Definición tomada del
Diccionario de la RAE.
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