¿Por qué las esperas son siempre tan fastidiosas?
Dentro de un rato me voy al colegio, y mi mami está peinando a mi hermana primero, y, claro, yo tengo que esperar.
¿En qué voy a emplear esta espera? ¿En mirar como la peina?
No, creo que no.
Creo que estaría bien viajar en un barco.
¡Capitán! ¡Hay una tormenta muy grandeee! ¡Creo que vamos a naufragar!
¡Nooooo! ¡Entre todos podemoooossss! ¡Cuidado los de popaaa!
¡Se acerca una gran olaaaaaaaa! ¡Socorroooooo, me ahogooooooooo!
¡Capitán hay que salvar a ese hombreeeee!
Mi fantasía vuela y vuela y me imagino empapada en medio del mar, tratando de salvar a aquel marinero, dando órdenes a babor y estribor...
Y, al tiempo que la fantasía vuela y vuela, el realismo se apodera de mí y de la situación...
y así voy dando vueltas y más vueltas en mitad del pasillo...
Mi madre no ceja en su empeño:
Mi madre no ceja en su empeño:
- ¡Mari Pili, que no des más vueltas que te vas a caer!
- Que no me caigo, (¡jolin que pesá!)
¡Capitán nos ahogamooooossss!
¡Nooo, ve a estribor, agarra aquella cuerdaaaa...!
¡¡¡¡No puedo controlarlooooooo.....!!!!
¡Oh noooo!
Entre un gran estrépito y con un susto descomunal
Entre un gran estrépito y con un susto descomunal
casi me salto un ojo con el macetero que adorna el pasillo, con el consecuente grito de mi madre:
- ¡Te lo estaba diciendooooooooooooo!
Cosas que, a veces, pasan.
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