viernes, 5 de junio de 2015

Let me go home


Estamos acostumbrados, por regla general, a sentir vergüenza por nuestros sentimientos. Y así vivimos de forma artificial, dando la espalda a lo único que poseemos genuino y propio,  lo que nos define a cada uno de nosotros y nos hace ser como somos.

Dicen que la primavera la sangre altera, y cosas así. Quizás es que la explosión de vida que rodea todo alrededor, nos incita a sacar de dentro el brillo y la luz que se quedan escondidos y atemorizados, en algún rincón del corazón, con la tristeza del invierno, cuando todo queda agazapado.

Explosión de vida, de ideas y de ganas. De ganas de vivir antes que la oscuridad lo cubra todo de nuevo. No, no voy a repudiar el sentimiento romántico. Más bien, deseo airearlo, mimarlo y acunarlo, sentirlo y dejarme llevar por él. Hace tiempo que la alegría entró en mi casa, allá por finales de marzo, y desde entonces no ha dejado mi corazón de palpitar al ritmo de una canción de amor. No sé si vendrá o simplemente se disipará con la llegada del otoño, como tantas otras veces en la historia de mi vida, pero tan solo rememorar cómo es el comienzo de una historia de amor llena los días de una manera que, sinceramente, tengo que reconocer, ya había olvidado.