miércoles, 31 de octubre de 2012

A modo de epitafio


La vida es tan fascinante, imprevisible y maravillosa...

Desde el nacimiento vamos rumbo al destino final
marcando unos pasos.
Vamos cumpliendo con los deberes que tenemos como vivos,
y así, vamos viviendo de un modo que
creemos es el adecuado.

A veces, lo es, otras veces, no,
pero en el camino es difícil saberlo.
Es pasado el tiempo cuando las cosas
cobran un verdadero significado.

Lo he dicho muchas veces,
y ahora me repito:
estoy viviendo el mejor año de mi vida,
a pesar de no ser, para ello, el más adecuado.
En cada esquina que tengo que doblar
la vida me sorprende al paso,
y con lo que más me gusta en este mundo:
el amor y el afecto.

Marcaré este año en el calendario.
Porque en él he visto
las huellas que he ido dejando por el camino.

En algunos círculos me llaman:
la del mundo paralelo (tanto que me gusta usar ese término)
y, ahora, voy viendo todos esos mundos posibles que hubiera tenido,
esas vidas paralelas que se muestran frente a mí,
y que lejos de darme tristeza el no poder vivirlas,
me alegra el atesorarlas,
porque no son más que la muestra
de las huellas que he dejado en las personas,
de que he sabido estar con ellas,
y que mi vida, contra mi propio pronóstico
la he tenido y la tengo llena.

Tengo cuarenta y dos años recién cumplidos
(en primicia mi edad de forma pública),
y hoy puedo decir que
es el primer día del resto de mi vida.




lunes, 29 de octubre de 2012

Cuando saludar no era tarea fácil



Adolescencia o más bien primera juventud.

Todo en mi vida ha de ser perfecto. Perfecta la ropa con la que me visto, perfecto mi peinado, perfectos mis andares, perfecta mi forma de hablar..., perfecto mi comportamiento y hasta mi pensamiento, nada en mí puede resaltar de forma que pueda provocar la risa o la no aceptación de los demás.

 Soy adolescente y todo, absolutamente todo, me da vergüenza. 

Soy Mari Carmen, hermana de Pili. Voy por la calle caminando sola. Es la hora de la comida, por lo que la calle está desierta. A lo lejos veo al señor que me suele atender en el banco, viniendo hacia a mí. Soy nueva en estos menesteres, por lo que las personas que trabajan en ese lugar, por agradables que sean cuando allí voy, me parecen unos hombres tan serios, tan de otro mundo...

Todavía estoy lejos, así que me da tiempo a pensar con qué fórmula lo voy a saludar cuando pase por su lado, aunque antes reflexiono sobre la cuestión:"antes, saludar a las personas por la calle era fácil, muy fácil.  Con decir adiós al pasar junto a la persona era suficiente. Pero llegaron momentos de cambio, y el sencillo y exclusivo adiós se transformó en otras múltiples posibilidades, a saber: hasta luego, nos vemos luego, nos vemos, ¡ei! o incluso, saludar con un hola en la que es propia e inherente situación del adiós".

Finalmente me decido por utilizar el adiós de toda la vida..., sí, es más formal, y la situación lo requiere. Aunque claro, un ¡hola! queda más simpático, más jovial, y él es tan simpático conmigo cuando voy al
banco. Aunque claro, que si le digo hola y él me contesta adiós, uf, qué corte ¿no?, pero ¿y si voy y le digo adiós y él me dice hola?
El momento inevitable se va acercando. Ya casi lo tengo al lado.

¡Ay!, no sé, creo que me decido por el adiós, quedo mejor. Si sí, adiós es lo mejor, creo, no sé...

Piensa piensa rápido, que ya está aquí: ¿hola o adiós? ¿hola o adiós?

Abro mi boca y, en su interior, mi lengua describe un juego de giros difíciles de controlar y, entonces sale de ella un sonido que no acierto a saber si es ruido o palabra, sonido o...

- ¡¿dios miooooooo, pero qué es lo que he dichoooooooooooo?!

Sigo mi camino adelante, con la cabeza alta y sin mirar atrás, mientras en mi cabeza resuena el nuevo saludo que acabo de inventar:

- BURUDÚM, ¿BURUDÚM? si, hija sí, le has dicho BURUDÚM.



jueves, 18 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)


EPÍLOGO

Recuerdo el pequeño parque, tan íntimo, de pueblecito pequeño, y un sol luminoso y calentito a primeras horas de la tarde, esperando el autobús que nos lleva de regreso a la realidad.

Entramos en mi primer piso de alquiler, sito en la calle Dr. Blasco Reta, plaza de toros, mi primer piso de estudiantes, cutre, pequeño y oscuro, lo que es un piso de estudiantes al uso. Y allí están mis compañeras y, si la memoria no me falla, también está Rubén, que no vive con nosotras porque no se trae la ropa y tiene que ir a su casa a asearse y cambiarse, que si no...
Recuerdo todo el salón y la entrada lleno de macutos y gente, todos tirados por el suelo. El tiempo en estas fechas está un poco loco, y siendo Granada, hace calor. Algunos piden algo de beber y...

Lales y yo nos miramos con cara de compinches...

-¿Queréis leche especial que hemos comprado?
- ¿Leche especial?
- Sí. Es leche con sabores.
- ¿A ver? Sí, sí, a ver que la probemos.
- ¿Quién quiere de fresa? ¿y de pistacho? y ¿de la especial de color azul?

Nuestros amigos no salen de su asombro cuando aparecemos con vasos que contienen líquido de distintos colores: rosa, azul, verde...

Al probarla, todos la misma exclamación:

- ¡¡¡Sabe a lecheeeee!!! ¡¡¡Esto es leche normaaaaaaaaal!!!

Y vuelven las tonterías tontas (para cuidarnos bien la salud).

Hace unos días, al ir a hacer la compra, se nos ocurrió comprar un paquetito de unos líquidos, colorantes para las comidas. Y no paramos de tomarnos la leche fría y sin el apetecido Cola Cao o el necesario café, sólo por tomarnos la leche de distintos colores.

No hay como tomarse un buen vaso de leche azul para culminar lo que, aunque nosotros no lo sabemos todavía, se convertirá en un fin de semana que nunca nunca se olvidará.


Me hubiese gustado acabar este relato con la inscripción que hay en la fachada principal de la Casa de los Recuerdos, pues así se llama el lugar. El último día, casi unos minutos antes de volver, la copié, pues merecía la pena tenerla. Apelaba a lo maravilloso del lugar y a los recuerdos que en sus visitantes dejaba grabados, quedando el espacio impregnado de esos sentimientos que la casa despertaba. Y, en realidad, solo había verdad en esas palabras.
Quisiera pensar, que su pérdida fue un plan elaborado por el destino, para que pasados veintitrés años, yo con estas palabras (que vienen a salvarme cada día) pudiera, de un modo más íntimo y personal, llegar a lo más profundo de los recuerdos míos y de mis amigos, y susurrarle al aprendiz de adulto que eramos entonces, que sigue dentro de cada uno de nosotros, que no lo hemos olvidado, y que, seguimos siendo fieles a los afectos que él nos inspiró en aquellos momentos y en aquellos maravillosos años.

                         
                                                                        FIN

Dori, Llado, Nanny, Perico, Pilar, Rafa, así como de actores secundarios Lales, Rubén y yo misma, saludamos al público y cerramos el telón. (Más los que no están por Facebook, y los perdidos por el mundo, que damos gracias, son los menos y seguimos recuperando). Un placer que fuésemos nosotros y no otros los compañeros y amigos en esta historia.

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)



Partida de la Casa de los Recuerdos

VII. UN DESPISTE, UNA VENTANA ABIERTA Y UNAS PIERNAS QUE APRENDIERON A VOLAR

Las horas van pasando al abrigo de la lumbre. Las tinieblas de la noche después de lo de nuestro amigo haciendo de Tarzán ya se habían agotado. Así que nos dispersamos por el salón, arrellanándonos en los sillones, charlando, riendo, haciendo confidencias..., pero hubo algo que no cambió en toda la noche, y fueron las salidas en pareja al servicio.

Todavía nos estamos riendo a cada rato de la ocurrencia de Perico, cuando hubo una nueva salida del salón..., estamos tranquilos y relajados, y también empezamos a estar cansados, porque la noche está ya bien entrada. Cuando de pronto oimos un portazo. La reacción fue unánime:

-¡¡¡¡¡¡LA PUERTAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!

Demasiado tarde. Se había cerrado. La expresión de nuestras caras y el terror que reflejaban significaban solo una cosa:

- ¿¡ay dios, y ahora que hacemos!?

De momento, cónclave en el salón.

Primera idea:

- ¿Habéis cerrado la puerta principal?
- Sí, la cerramos cuando nos entramos a cenar, de todos modos, podemos ir a comprobar.

Todos en pandilla, (nunca mejor dicho) salimos por las ventanas del salón, (porque ni la llave de esa puerta tenemos) y todos juntitos vamos a comprobar que la puerta esté cerrada. Efectivamente, lo está.

Entre el desconcierto y adaptación a la actual situación, de pronto a mí me entra la risa, y se me ocurre decir:

- ¡Qué gracioso! ¡Nos hemos quedado encerrados en la calle!

Tal era la situación. Estábamos encerrados en el salón, pero a la vez, nos habíamos quedado en la calle. Curiosa situación que supimos manejar de la forma más serena y consensual, vamos lo que fue un trabajo en equipo bien hecho, pero con un único protagonista, convertido en héroe por largo tiempo.

- Venga todos a pensar, ¿se ha quedado alguna ventana abierta?

Todos dándole vueltas a la cabeza a ver quién se había dejado alguna ventana abierta, hasta que ¡por fin!

- ¡¡¡¡¡¡Siiiiiiiiiiiii, la ventana del baño se quedó abiertaaaaaaaaaa!!!!!!

Todos juntos, salimos por las ventanas, en pandilla de nuevo, a la parte de atrás. La noche  más oscura no podía ser, y nosotros sin una tristecica linterna. Como podemos, localizamos la que es la ventana del cuarto de baño y, ¡loado sea el cielo! está justo al lado de una parra que hay allí plantada.

Parte de atrás. Con los años presenta este aspecto

Ahora la cuestión es: ¿quién se sube? porque subir puede ser relativamente fácil (para los niños..., que no tanto para mí ni para las restantes representantes femeninas que estábamos por allí) pero entrar a la casa, solo, y atravesarla, solo, eso amigos, eso, ya es otra historia.

Una voz se alza fuerte, segura, dispuesta y varonil. Es Llado, que sin pensárselo dos veces, (y mejor que no lo hizo) dice:

- ¡Yo lo haré! ¡Yo subiré hasta la ventana, entraré en la casa y os abriré la puerta!

Dicho y hecho. Se le oye fatigado un poco al subir el trecho, hasta que al entrar por la ventana..., desaparece ante nuestros ojos.

Una vez desaparecido corremos a la puerta principal, todos en pandilla, a esperar que nuestro héroe del momento nos abra la puerta.

Pasa un breve espacio de tiempo hasta que...

¡AL FIIIIIIINNNNNNNNNNNN! Se oyen una llaves que trastean en la puerta y Llado aparece, todo sonriente, y con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Suspiros de alivio por doquier, y golpecitos en la espalda:

- ¡Gracias tío, gracias!

Mientras él se deja querer en el baño de multitudes.

Algo dejó insinuar del *gusanillo de susto que le recorrió el cuerpo cuando allí se vió solo y, en algunos momentos, a oscuras, hasta llegar a los interruptores de la luz. 

Aunque los años han cambiado las circunstancias de cada uno, y han conseguido difuminar un poco el recuerdo de todos estos hechos, lo que no han conseguido ha sido quitarle el título que se ganó por derecho, ni hacernos olvidar quiénes somos y los afectos que en todos esos años nos forjamos.

* Palabras de Llado años después recordando aquel épico momento: "Todavía se me ponen los pelos de punta al recordar que salté por una ventana y bajé cagando leches para abrir la puerta...tanto santo y tanta monja en las paredes....¡¡¡la virgen qué cague!!!"

miércoles, 17 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

 VI. UNA CERVEZA, UN PERICO Y UN "LO OIGO Y LO HUELO...¿PERO DÓNDE ESTÁ?

Terminamos de pasar la tarde disfrutando de la casa y del paisaje alrededor. Entramos, salimos, nos quedamos un ratito al poquito sol que va quedando, damos alguna vuelta por los alrededores. ¡Esto es vida! No pensamos en nada más, porque no hay nada más en qué pensar, sólo disfrutar en un entorno excepcional, en una casa maravillosa, con entidad propia, rodeados de las personas que, en esos momentos, más valoramos, apreciamos y queremos en nuestras vidas: nuestros amigos.

Poco a poco la noche se va acercando y con ella, las ganas de cenar y de que empiece la diversión (¡¿qué tendrá la noche?!)

Cenamos de manera frugal en la cocina y ya estamos dispuestos para entrar en acción. Hemos llevado algo de bebida, aunque no mucha, principalmente cerveza, porque a "los niños" eso es lo que más les gusta. Y lo que suele ser lo normal en estas ocasiones, jueguecitos de esos del que pierde, bebe. No quiero participar en el juego porque no me gusta la cerveza, así que no presto la suficiente atención a las reglas, sólo sé que Llado casi se nos queda allí aquella noche...
 A su lado está Luci, y él está ya cansado de que siempre le toque perder. Así que toma una decisión drástica:

- Si he de beber lo haré como dios manda.

Cogió la litrona de cerveza y, sin pestañear ni movérsele un pelo, la empinó y se la zampó entera del tirón. Lo que sigue se lo pueden imaginar..., correr a más no poder a la calle para regarla con el líquido espumoso que salía sin piedad por boca, nariz, y hasta lagrimales, si me apuran.

Toda la noche está salpicada de salidas, por parejas, que van de visita al servicio..., todos sabemos los efectos que tiene en la vejiga de las personas, la cerveza.
Hay un único cuarto de baño en la casa. Está en la primera planta, próximo a todos los dormitorios. Ir solos, incluídos los varones, es un lujo que a esa hora y en ese lugar, no nos podemos permitir..., el miedo a cruzar la capilla, y subir las escaleras, adornadas las paredes, con algún que otro cuadro de santos, manda.

- ¿Quién viene conmigo al servicio?
- ¿Otra vez?
- ¿Y qué le hago? ¿Salgo por la ventana y hago fuera?
- No, no, que hace frío y está todo superoscuro, fuera no sale nadie. 
- ¡Veeeeenga, que yo voy!

A la vuelta del servicio, entrando en el salón, todos a coro:

- ¡CUIDADO CON LA PUERTAAAAAAAA! ¡QUÉ NO SE CIERREEEEEEEEE!

Entre el jaleo han empezado a saltar voces que reclaman que juguemos a las tinieblas de la noche. El lugar es el idóneo desde luego. Apagamos todas las luces, pero aún así está la luz del fuego de la chimenea. Tras pensar un rato qué hacer, decisión unánime:

- Nos trasladamos al otro extremo del salón para que el hogar no alumbre tanto.

Y todos de mudanza.

El salón está lleno de sillones, así que es fácil esconderse y, también tropezar para aquel que vaya buscando y los que traten de alejarse de él.

Tras varios turnos de juego, le toca "quedársela" a Dori. Entre risas, tropezones, empujones y demás, poco a poco vamos cayendo todos...menos uno.
Dori no para de dar vueltas y tocar cabezas, y meter dedos en el ojo, pero no hay manera de encontrar a Perico. Ella está desesperada porque ya no sabe por dónde buscar (nadie lo sabemos realmente):

- Lo oigo y lo huelo... ¿PERO DÓNDE ESTAAAAAAAÁ? (Lo que oímos es a Perico que no para de reir y de decir que nunca lo encontraremos).

Tras mucho rato deambulando unos y otros, tiramos la toalla.

- ¡Qué alguien dé la luz y a ver dónde está!



 Muerto de risa está, no nos podemos explicar, cómo ha podido aguantar todo el rato que ha durado el juego, charlando, bromeando y riendo... ¡colgado de una de las vigas del techo del salooooón!



martes, 16 de octubre de 2012

El origen*


                                                                                                  EL ORIGEN
Han satisfecho su placer prohibido. 
Y del lecho se levantan, 
vistiéndose apresuradamente sin hablarse. 
Abandonan por separado, furtivamente la casa; y
mientras 
caminan algo inquietos por las calles 
parece como sí sospecharan que algo en ellos traiciona 
en qué clase de lecho cayeron hace poco. 

Pero cuánto ha ganado la vida del artista.
Mañana, otro día, años después escritos serán 
   los versos vigorosos que aquí tuvieron su principio.     
* (K.Kavafis)

Cuando comencé a escribir,
cada vez que mis dedos tecleaban unos versos sentía miedo.
Miedo de que no volvieran a mi las palabras,
de haberme quedado vacía para siempre,
y nunca más tuviera algo que contar,
algo que escribir.
Ahora ya no es miedo, solo un ligero y secreto temor,
a que, un día todo esto se acabe,
a vaciarme por dentro como un pozo se seca.

Hoy, muy de mañana, he leído estos versos de Kavafis y,
he comprendido, con júbilo y esperanza,
que mientras haya un cuerpo que abrazar, un pelo que acariciar,
unos labios que besar y un alma que anhelar...,
siempre habrá palabras que despertar de su  limbo de orfandad y
con ellas, unos versos que cantar.

domingo, 14 de octubre de 2012

Ideario


Lo cierto es que la vida está llena de misterios.

Ella misma es un misterio en sí misma.

Lo único real, tangible y verdadero
son los afectos.
Las vidas de las que nos rodeamos
y a las que queremos.
Unas por imposición biológica
y otras por propia elección.

En el aire revuelan ideas encontradas.

Grandes hazañas épicas
que nacen de lo más íntimo del corazón:
solidaridad, empatía..., amor.
Y en el otro extremo, egoísmo, avaricia, odio, envidia...

Galopando entre el bien y el mal,
y, a pesar de las aberraciones vistas
en nuestra historia pasada y la actual,
siempre me inclino por el lado del bien,
porque confío en que el ser humano,
teniendo opción de elegir,
siempre lo hará por el lado correcto
porque es el lado por el que estamos aquí.





jueves, 11 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)




V. UN CAMINO, UNAS ZARZAS Y UNA MANO LLENA DE ESPINAS (RECTIFICADA)

Hemos terminado de comer, recogido, fregado y colocado todo.

Es hora de partir a nuestra excursión.

No todos se animan a la caminata después de comer.

Perico y Cati van en cabeza, no esperan a nadie, cogen camino y manta y a subir.

En segundo lugar, vamos Rafa y Pilar, Dori, mi compañera de piso, Ana, que se unió al fin de semana y yo.

Y en tercer lugar, Nanny, que se ha animado a venir a la excursión de improviso, por lo que va en último lugar.


Al igual que ni rastro vemos de Perico y Cati, nosotros le llevamos bastante delantera a ella.

Yo no es que sea muy aventurera, la verdad es que me han convencido y casi a la fuerza estoy subiendo. Un poco insegura y no sabiendo muy bien en qué pueda acabar todo esto.

Desde donde estamos, se ve que un poco más arriba hay una pequeña explanada, es decir, la cuesta descansa en ese tramo, para luego volverse más empinada hasta llegar finalmente a la cruz.
Yo lo tengo claro, he venido pero a la cruz no llego. Mi aventura se acaba en la explanada, y me vuelvo a la casa.

Mientras vamos subiendo, Dori, empieza a quedarse un poco rezagada del grupo, al tiempo que no dejamos de escuchar, bastante detrás, a Nanny quejarse:

-¡Ay! ¡qué me he pinchao!

-¡Oyeeeeee, esperaoooooossssssssss!

-¡Ay, ay qué me voy a caeeeeerrrrrrrr!

-¡Qué me caigoooooooooooooo!

Según ella confesó posteriormente, la cuestión era que no sabía andar *. A su modo de expresarse, esto viene a significar que no sabía andar "por los terrones", porque a las edades que arrastrábamos en ese momento ya habíamos tenido tiempo suficiente de aprender a andar, unos mejor que otros, claro está.

Como Dori se ha quedado un poco atrás, trata de ayudarla, no queriendo esperarla del todo por no descolgarse mucho, pero animándola a que se diera más prisa y nos pillara. Y claro, hay veces que en lugar de ayudar, deberíamos ir a darnos un paseito lejos, muuuuuuuy lejos.

- ¡Nanny, Nanny, mira, vete para aquel lado que parece que está más llano, y te costará menos
trabajo!

La insensata le hizo caso y entonces fue cuando sucedió lo que ella misma venía vaticinando, que al final...

...se cayó,

con tan mala fortuna que fue a parar con sus manos en unas zarzas todas cubiertas de espinas.

Ya no eran quejas, era llorar a grito pelao.

Como llevaba todo el camino quejándose, no le hacemos mucho caso. Hasta que oímos que Dori, que ha ido en su busca, dice que hay que volver, que efectivamente, se ha hecho daño.

Como estamos bastante más arriba, preguntamos si necesitan ayuda, pero nos dijeron que no, que ya se volvían ellas a la casa.

Recuerdo ver desde arriba a la pobre, caminando con una mano levantada y la palma hacia arriba y con la otra apoyándose en un palo, que hacía las veces de bastón, mientras no encuentra manera de consolarse ni de su dolor ni de su llanto.

Seguimos nuestro trayecto hasta coronar, lo que para mí era el final de la etapa.

 
Ya estoy de regreso en la casa, y me encuentro que Perico y Cati ya han vuelto, han rodeado todo el cerro. Como hace buena tarde, todos los demás están fuera, en la puerta de la casa, sentados en sillas  y tumbonas que han sacado de la casa, tomando el sol al más puro estilo rural.

La pobre Nanny lo está pasando realmente mal. Tiene toda la palma de una mano cubierta de pequeñas espinas que no lo están poniendo nada fácil. Algunos lo han intentado pero han desistido, porque parece ser que no hay manera de sacarlas.

Hasta que ha llegado Perico. No sabía nada de su caída, pero cuando ha llegado y se lo han contado, se ha sentado a su lado y en toda la tarde no ha levantado la cabeza de su mano hasta que no ha sacado la última espina. Gesto que con toda seguridad, guardará Nanny en su memoria con total y absoluto agradecimiento.



*(No hace mucho tiempo en el momento presente, he vuelto a escuchar esta misma expresión, lo cual, esta vez, no me ha provocado la risa, como en aquel entonces, más bien, me dejó un molesto desasosiego. Hago una pequeña salida a un lugar bastante cercano a Alcalá, muy bonito, el cual yo no conocía, con una pareja, amigos míos, a una de ellos ya la conocéis, por Tonterías tontas y Aromas. Pero esta historia ya la contaré.)

domingo, 7 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

ESPECIAL NANNY

 "Hay que dejar madurar la fruta de la vida
para entender que cada uno tiene su manera,
y que no es malo ni bueno,
solo un tesoro particular." (La segunda madrina, Insomnia)


El primer recuerdo que tengo, fresco y claro, de mi amiga Nanny no está fechado. Sólo sé que eramos muy chicas. Ella es compañera de mi hermana en el cole, nos conocemos de allí. Aunque yo soy año y medio menor que mi hermana, siempre hemos ido juntas, así sus amigas son mis amigas, y viceversa. Es el cumpleaños de otra compañera de su clase, Ana, y nos ha invitado a su casa para celebrarlo. Recuerdo patatillas, fanta..., lo normal, y los regalitos que cada una le hemos llevado. Conservo aún algunos de los regalitos que me hicieron a mí por este motivo, y siempre despiertan mi ternura. Son cositas chiquitas, casi todas, las compramos en una librería que sigue aún hoy, en el Llanillo, aunque en ese tiempo era muy distinta. Son pequeñas libretas de la tarta de fresa, muñequitos con olores (el mío es de limón), lápices forrados de un fino plástico de colorines con dibujitos de animalitos..., y un sinfín de cositas tontas pero ¡qué gustan tanto! Cosas de niñas, pequeños tesoros.

Estamos todas sentadas a la mesa, y Nanny está frente a mí en el sofá. Recuerdo que estamos riendo porque ella está contando algo sobre que se ha caído en algún sitio. Mientras nos está contando lo que su madre le dice al respecto:

- Mi madre dice que siempre estoy en el suelo, que parezco una burra vieja...


... se cayó del sofá.

Y esas fueron nuestras primeras risas con "las cosas" de Nanny.

Quería dedicarle este Especial, porque ella reúne unas cualidades en su carácter y su manera en el mundo, que después de conocerla, no puede uno remediar quererla. Puntual como ella sola, sensible, de buen carácter (es imposible discutir con ella) y de tan fácil perdón..., siempre dispuesta a ayudar en lo que uno necesite de ella, generosa..., un poco dejada en ciertas cosas y distraída a la hora de elegir las palabras al hablar..., podría seguir, pero baste decir para que todo el mundo lo entienda: una chica entrañable y la madrina oficial.

sábado, 6 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

 IV. UNA CRUZ, UNOS ESPAGUETIS Y...UNA LATA DE TOMATE

Acabamos de desayunar y nos desperdigamos por la casa y afueras, cada uno a sus cosas. A lo lejos, pero no muy lejos, hay un pequeño cerro y en su cima tiene una pequeña cruz. Pequeña porque la vemos desde lejos, porque una vez allí no lo era tanto.


 Ya tenemos plan para hoy. Después de comer haremos una excursión hasta la cruz.

Entre pitos y flautas la mañana va pasando y llega la hora de ponerse a hacer la comida.
Hemos llevado preparativos para hacer arroz, el sábado, y espaguetis, el domingo. Dori, es declarada la cocinera oficial.
Una de nosotros, Nanny, no quiere comer arroz. Aunque vaya a comer lo mismo, prefiere comer espaguetis los dos días.

                                                     
- Bueno, lo que tú quieras, pero    
   hoy háztelos tú.
- Vale, no hay problema.






Nanny:

Echa agua a la olla, le echa al agua la sal, coge los espaguetis y... al agua. Pone la olla al fuego y a esperar.

Dori:

Pela la cebolla y la pica, lo mismo con el ajo, pimientos y tomates...todo a la sartén.

(Nanny esperando)

Coge la carne, la limpia y la trocea.

(Nanny esperando)

Prepara el sofrito, dora la carne...

(Nanny esperando)

Todo a la olla, últimos retoques y... ahora el arroz.

(Nanny esperando)

- Oye Nanny, ¿todavía no están los espaguetis?

- No, no sé, esto no tiene fuerza, no hierven ni a la de tres.

- ¡¡¡¡¡Nannyyyyyyyyyyyyyyyy, que no has encendido el fuegooooooooooo!!!!

...Y aquí fue cuando empezaron las aventuras y desventuras que le sucedieron a la  desdichada en esta excursión.

Tras encender el fuego y esperar a que se hiciera la pasta, buscamos entre las cosas que hemos llevado, el tomate frito y, cuál es nuestra sorpresa cuando descubrimos...

 ¡¡¡qué lo hemos olvidado!!!

En la mente de todos resonaron las palabras de Perico de la tarde anterior:


 "- ¿Para qué queremos esoooooooooooo?

- Yo que sé, por si nos hace falta... "


... y nos hizo, vaya si nos hizo..., que nos hubiéramos comido los espaguetis en blanco si no hubiera sido por la ocurrencia de Perico, este nuestro previsor y sagaz amigo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

 III. LA CASA

 ¡Por fin en la casa!

Rápidamente subimos las escaleras y, claro, reparto de dormitorios, mantas...

Todo el rellano desde donde se distribuyen los dormitorios está repleto de armarios empotrados; las puertas de madera desde el suelo al techo, pintadas de color marrón oscuro, lo cual le da al ambiente un aspecto regio y señorial.

Rafa tiene especial empeño en uno de los dormitorios:

-¡qué síiiiiiii! ¡qué ese pa tíiiiiiii!

(Si total, no sabemos cuál puede ser ese interés.)

 Entre el jaleo y el desorden:

- ¿quién quiere más mantas?

- Yooooooo, dame una más que no llego tan arriba.

- ¿Tiene todo el mundo lo que necesita ya?

- ¡Síiiiiii!

Pues venga, a ver cómo nos vamos a repartir.

Rafa con cara de pillo y de esconder algún secreto, se dirige hacía una parte del armario, abre una puerta,
lo que pensamos que será para coger algo más de ropa de abrigo, pero no, cual es nuestra sorpresa cuando, al abrir completamente la puerta, esta deja al descubierto lo que..., será su habitación, camuflada en el propio armario.

- ¡Claro! ¡qué morro tienes!

A lo que encongiéndose de hombros responde:

-¡Ah! ¡Se siente!

Ya hemos terminado de acomodar las cosas y a nosotros mismos en los distintos dormitorios. Ha llegado el momento de explorar la casa.

Refectorio
Realmente la casa es magnífica. Y eso que es de noche y no nos hacemos bien a la idea. Tiene pequeños saloncitos por todos lados donde poder escabullirse llegado el caso. En particular, hay uno que da a la calle por su parte principal. Dí con él la mañana del domingo. Pequeñito y amueblado todo de mimbre..., mientras por la ventana entraba el sol a borbotones a través de una clara y liviana cortina de visillo. Una gran cocina, donde poder cocinar para muchas personas, a su izquierda un comedor muy particular, más bien, es un refectorio, a modo de convento, pero lo que más nos llama la atención es el salón principal. Va de un extremo a otro de la casa, se podría decir que la mitad de toda la planta baja es ocupada por este espectacular salón, que se convertirá en el centro de casi toda nuestra actividad este fin de semana. En un extremo de la vasta habitación hay una gran chimenea, la cual, por la noche, por supuesto, habrá que encender. Los techos abuhardillados, con grandes vigas que van del centro a cada extremo del altísimo techo. Y unos grandes ventanales de madera que abarcan toda la fachada por esa parte de la casa.

Pilar, organizadora del viaje
La casa tiene varias entradas. Una puerta de tamaño normal, por la fachada principal, que es por la que hemos entrado, y la que usaremos normalmente. Otra por la cocina, es decir, por la parte de atrás, y otra por el propio salón, cuya puerta es a juego con las ventanas. Si no te andas con cuidado la casa se puede convertir en un laberinto de puertas, ventanas, entradas, habitaciones, salidas..., y para no llevarnos ningún susto, nada más entrar decidimos dejar las llaves en una mesita que hay justo al lado de la puerta, al alcance de todos. 

Fachada principal-Puerta del salón
¡Ah! ¡Se me olvidaba!

Después de lo que sigue, la casa por la noche ya no volvió a ser la misma. Hay que explicar que este lugar es propiedad de una congregación de religiosas de Granada, por lo que, evidentemente, hay un detallito que no podía faltar: la capilla.

Esto ya, como que dió un poco de repelo al personal, pero, en fin, siempre se puede ir en parejas a todos lados ¿no? La capilla está justo al lado del gran salón, y para entrar y salir del mismo e ir a cualquier otra parte de la casa, la única opción viable es hacerlo por la capilla (porque salir a la calle, o bien por la puerta del salón o por las ventanas, y volver a entrar por la puerta principal como que no).

Otro detalle a tener en cuenta es que la cerradura de la  puerta de la capilla está un poco estropeada, sólo se puede abrir por la parte de la propia capilla, si se llegara a cerrar estando todos en el salón...

(CONTINUARÁ...)


martes, 2 de octubre de 2012

Huétor Santillán (Crónicas de una excursión)

II. UNA LATA DE TOMATE Y EL LADRIDO DE UNOS PERROS

Tranquilamente y de buen ánimo empezamos a levantarnos y recoger las cosas para ya, por fin, irnos de allí.
De pronto, Perico pasa junto a nosotros rumbo a la calle como alma que persigue el diablo, sin mediar palabra y sin dejarnos siquiera preguntar qué le pasa.

No le damos demasiada importancia, porque el entusiasmo por los días que nos esperan no deja lugar a otras inquietudes o curiosidades, además cualquiera sabe en lo que andará metido, ya nos enteraremos. Y en esas salimos a la calle para emprender el camino.

(Soy de la opinión, dando por completo la razón al refranero español, sabio como pocos, que quien tuvo retuvo y guardó para la vejez. A Perico no lo conocí hasta ya cumplidos los quince años, pero me hubiera gustado conocerlo en su niñez... por mucho tiempo que pase, hay un niño dentro de cada uno de nosotros pugnando por salir cada vez que tiene ocasión.)

Una vez en la calle, los que han salido antes han formado corrillo en torno a él, que muerto de la risa, enseña con orgullo y divertimento su última fechoría..., la lata de tomate que furtivamente ha sacado del bar  y que guarda escondida entre sus ropas de abrigo.

- ¿Pero para qué queremos esoooooooooo?

- Yo que sé, por si nos hace falta.

Nos reímos y bromeamos pero eso sí...

- Con la lata de tomate cargas tú, que para eso es tu capricho.


Partimos. Con ilusión cogemos el camino. No hemos dado tres pasos cuando ya es noche cerrada. No había dicho que la casa está a las afueras del pueblo por lo que el camino no tiene alumbrado municipal.  Apenas si vemos por donde vamos, pero bueno, la casa está ahí ya, no vemos donde pero ahí está. Pasamos por delante de otra casa que hay en un pequeña cuesta que hay que subir. Vamos cansados, quejándonos, aunque bromeando por ahuyentar un poco el miedo que en el fondo sentimos por la oscuridad que nos rodea. Y de repente, el ladrido y gruñido exagerado, bestial, desesperado de unos perros que protegen su casa, por la verja que se querían saltar los animalillos. El ladrido se confunde con nuestros gritos por el susto descomunal...echamos todos como locos a correr...menos Rafa, que consideró que saltar a los brazos de Dori para que lo protegiera lo iba a salvar con mayor seguridad de los perros, en caso de que estos llegasen a saltar la verja.

Después de esto, ya todo daba igual, el camino que quedara y la oscuridad que nos acechara por delante, porque la risa y el buen humor ya no nos abandonó en el trayecto que nos quedaba por recorrer.

(CONTINUARÁ...)