miércoles, 30 de enero de 2013

Noche de No-Fiesta





Siempre digo que si bebo es porque voy a bailarlo.
Si no bailo lo que bebo me lo llevo a mi casa,
y no hay nada peor que llevarse la bebida a casa.




Salgo del coche, y al dar dos pasos por la calle
veo la luna llena en el cielo, escoltada por restos de nubes
que nos han tenido en jaque toda la tarde.

No soy dueña de mí.

Un chico guapo ha tenido que sacar del aparcamiento mi coche.
Mi amiga me ha dicho que lo meta en el aparcamiento..., y yo,
que siempre hago caso, lo he metido,
pero sacarlo..., eso es otra historia, y todo...,
porque no he podido bailarlo.

El dj debería estar en casa dedicado a otros menesteres,
que seguro que se le dan mejor que poner música.
(Aburre a las vacas. Al parecer no se da cuenta,
pero nadie baila.)

Llego a mi casa.
Y pienso: ¿por qué siempre quiero escribir algo
en estado de embriaguez?

Es una especie de desafío.

Llego y llevo a cabo los menesteres necesarios
antes de meterme en la cama con más o menos dificultad.
Y entre tanto te recuerdo y pienso:
¿qué estarás haciendo?
No consigo comprender, a pesar de todo,
por qué te sigo añorando.

Finalmente lo logro...

Y aquí estoy metida en la cama, escribiendo.
Con lágrimas que quieren brotar a borbotones,
y ni aún así soy capaz...

Amortiguando golpes,
amortiguando despedidas,
amortiguando amores...,
y ya no sé nada...,
no sé si amar, no sé si no hacerlo.

Yo sólo quería bailar
pero lo único que tengo (que no es poco)
es un mensaje en el móvil que dice:
ya sé que no me quieres pero yo a ti sí...

domingo, 27 de enero de 2013

La escuela


Comienzo esta entrada con un vídeo que, más allá de la gracia, me dio mucho qué pensar. Porque ese deseo que expresa esta niña refleja el sentir de casi el cien por cien de todos los niños escolarizados. No me pilla tampoco de sorpresa, yo misma odiaba ir a la escuela, y tampoco es la primera vez que oigo a un niño expresar su deseo de que su colegio sea destruido, y en una ocasión, una de mis alumnas llegó a soñar que sucedía con todos sus maestros dentro... 



El motor que ha movido al hombre a lo largo de su historia sobre la tierra ha sido el conocimiento. 
Su curiosidad por descubrir, saber, conocer todo lo que le rodea, en todos los ámbitos posibles: ciencia, artes, tecnología..., inventándolos e inventándose a sí mismo al tiempo, construyendo una intrincada red de aprendizajes, convirtiéndolos en la sabiduría de la humanidad, la que nos lleva a elaborar sistemas de convivencia, con normas, castigos y como no, diferentes formas de adquisición de esa sabiduría.

Desde que el ser humano viene al mundo, su único deseo es "aprehender el mundo" (como me decían en magisterio), asimilarlo, hacerlo suyo, y ello le conlleva un gran disfrute, porque toca, mira, escucha, tira..., ACTÚA, al fin y al cabo. Y cuando va creciendo continúa con su afán de aprender, de formar parte de esa palabra tan grande, que es: humanidad. De repente, un día a sus tiernos tres añitos (eso si ha tenido suerte), sin esperarlo se topa y por obligación y ¡para tantos años en su vida! con la gran castradora de ganas, de interés y de libertad, de tiempo y de su propia forma de ser y entender un mundo, que hasta ese momento era suyo: la escuela. 

Pero estamos tan institucionalizados, tan estatalizados, que tendemos a pensar que todo aquello que dispone el Estado para nosotros, y más si es gratuito, es bueno, pensado por y para nuestro bien, y cuán equivocados estamos. No voy a contar aquí las razones por las que el sistema educativo, tal cual es ahora en la mayoría de los lugares del mundo a los que llegan los tentáculos de las grandes editoriales, le interesa al poder económico, que es el que maneja todo, no creo que esto le extrañe a nadie, pero dejo un link por si alguien está interesado, (en los primeros minutos lo cuentan muy bien explicado). 

http://educacionprohibida.com//

Estamos tan abandonados a que el poder organice nuestra vida, que no nos damos cuenta de qué es lo que realmente nos es beneficioso o no, porque nos hemos acostumbrado a ni siquiera cuestionárnoslo. Somos como pollitos abriendo la boca para que nos den aquello que necesitamos o queremos, sin darnos cuenta que tenemos la capacidad de obtenerlo por nosotros mismos..., pero no nos han enseñado para saberlo. 

Existen múltiples formas de aprender en este mundo, y cualquiera de ellas que tenga en cuenta al sujeto que aprende, es decir, al niño, es mejor que la que tenemos en nuestras escuelas. Cuando alguien habla de educación desde el corazón y desde el amor, lo defiende y pone en práctica, tiene para mí y para siempre todo mi respeto. 


http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=gymhGbKWAcM

Entrevista de Eduard Punset a Claudio Naranjo 

domingo, 20 de enero de 2013

Recuerdos de frío y lluvia


- ¡¡¡QUÉ VENGA LA LUZ!!!, ¡¡¡QUÉ VENGA LA LUZ!!!...

...así vociferamos una y otra vez los tres hermanos sentados alrededor de la mesa mientras golpeamos con nuestras pequeñas manos sobre la misma.
Llega el frío, y en aquellos años son muy comunes los apagones de luz.
Si nosotros acallamos nuestras voces son otras lejanas las que se alzan con la misma reclamación; son las voces de otros niños vecinos que, al igual que nosotros, piensan que poniendo mucho empeño en aquello que se desea y proclamándolo sin reservas al aire será concedido (quizás los niños sean los que tengan razón).

No hay nada como el olfato. Es el único de los cinco sentidos que tiene la maravillosa capacidad de hacerte viajar en el tiempo y hacerte revivir un momento pasado con una intensidad tal que, durante unas décimas de segundo, te hace dudar si el momento en el que estás es el pasado o el real.

Lamentablemente, el verano ha pasado, y de nuevo ya estamos encerrados en casa. Es noviembre y un aroma inconfundible se respira en el aire de las calles, de las casas..., el olor a castañas asadas, que al caer la tarde en otoño todo lo impregna, todo lo llena.
Todos de nuevo encerrados en casa, ha pasado el maravilloso verano..., pero el verano no tiene castañas. Mi madre las asa en la cocina, mientras nosotros sentados alrededor de la mesa, esperamos que vengan, calientes, humeantes ¡tan ricas! Llueve, se nos ha dejado caer encima el temporal y sopla fuerte el viento ahí fuera, que aúlla y se lamenta de envidia al vernos tras el cristal, los mofletes rojos del calor del brasero, soplando y resoplando a las castañas que nos queman los dedos y a mamá, que nos ayuda a pelarlas si alguna se resiste.

Cada estación del año tiene su aroma propio. Y al ser niños percibimos esos aromas por primera vez, aunque no nos demos cuenta, quedan archivados en nuestra casi en blanco memoria.


- "Hoy huele a verano", - solemos decir, y al percibir el aroma viene a nuestra mente, fugazmente, algún momento infantil.

Pero si las palabras son "Hoy huele a otoño", sí puedo afirmar rotundamente y con total seguridad que huele a castañas asadas, a lluvia y viento en la calle, a hermanos sentados alrededor de la mesa, hablando, jugando, llamando a la luz o peleando, al calor del brasero y del hogar.