domingo, 20 de enero de 2013

Recuerdos de frío y lluvia


- ¡¡¡QUÉ VENGA LA LUZ!!!, ¡¡¡QUÉ VENGA LA LUZ!!!...

...así vociferamos una y otra vez los tres hermanos sentados alrededor de la mesa mientras golpeamos con nuestras pequeñas manos sobre la misma.
Llega el frío, y en aquellos años son muy comunes los apagones de luz.
Si nosotros acallamos nuestras voces son otras lejanas las que se alzan con la misma reclamación; son las voces de otros niños vecinos que, al igual que nosotros, piensan que poniendo mucho empeño en aquello que se desea y proclamándolo sin reservas al aire será concedido (quizás los niños sean los que tengan razón).

No hay nada como el olfato. Es el único de los cinco sentidos que tiene la maravillosa capacidad de hacerte viajar en el tiempo y hacerte revivir un momento pasado con una intensidad tal que, durante unas décimas de segundo, te hace dudar si el momento en el que estás es el pasado o el real.

Lamentablemente, el verano ha pasado, y de nuevo ya estamos encerrados en casa. Es noviembre y un aroma inconfundible se respira en el aire de las calles, de las casas..., el olor a castañas asadas, que al caer la tarde en otoño todo lo impregna, todo lo llena.
Todos de nuevo encerrados en casa, ha pasado el maravilloso verano..., pero el verano no tiene castañas. Mi madre las asa en la cocina, mientras nosotros sentados alrededor de la mesa, esperamos que vengan, calientes, humeantes ¡tan ricas! Llueve, se nos ha dejado caer encima el temporal y sopla fuerte el viento ahí fuera, que aúlla y se lamenta de envidia al vernos tras el cristal, los mofletes rojos del calor del brasero, soplando y resoplando a las castañas que nos queman los dedos y a mamá, que nos ayuda a pelarlas si alguna se resiste.

Cada estación del año tiene su aroma propio. Y al ser niños percibimos esos aromas por primera vez, aunque no nos demos cuenta, quedan archivados en nuestra casi en blanco memoria.


- "Hoy huele a verano", - solemos decir, y al percibir el aroma viene a nuestra mente, fugazmente, algún momento infantil.

Pero si las palabras son "Hoy huele a otoño", sí puedo afirmar rotundamente y con total seguridad que huele a castañas asadas, a lluvia y viento en la calle, a hermanos sentados alrededor de la mesa, hablando, jugando, llamando a la luz o peleando, al calor del brasero y del hogar.



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