viernes, 26 de diciembre de 2014

"Juventud, divino tesoro"*

Las cosas, en general, no son lo que son, sino lo que hacemos de ellas, escribí hace tiempo en un comentario a una entrada de las más entrañables que haya escrito, para mí y para las personas que sabían de lo que estaba hablando.
http://horasllenasquenosevan.blogspot.com.es/2013/01/el-cortijo-de-dori-capitulo-1-unos.html#comment-form

Hay personas que, aún sin proponérselo ni tan siquiera quererlo, se convierten en iconos, y hoy hemos perdido a uno. Icono de una época, de un sentir, de una forma de vivir.

No siento tristeza por cumplir años, por ir envejeciendo, por ser yo la que regañe por la calle a los niños que pegan pelotazos a los viandantes, porque escuche por detrás: "cuidado que pasan los viejos", por quedarme dormida en el sofá a las once de la noche mientras veo la tele (tengo que decir que también madrugo mucho), por todas esas cosas que te pasan cuando cumples años sin dejar de hacerlo ni un solo año. No siento tristeza por ello, no. Siento tristeza porque ahora te conviertes en madre de tus padres, y que con su marcha, por el camino que se presenta recto y sin obstáculos solo caminas tú, que te has convertido sin darte cuenta en el parapeto que protege a los otros que han llegado después que tú. Y aunque no tengo miedo a ese camino, y lo transito con ganas y sosiego, hay unas palabras amargas que no consigo tragar: adiós a aquellos años, adiós a mi juventud, adiós a mi divino tesoro.

Hay personas que, aún sin proponérselo ni tan siquiera quererlo, quizás, se convierten en iconos, y hoy hemos perdido a uno. Icono de una época, de un sentir, de una forma de vivir.

* Juventud, divino tesoro. Rubén Darío.
http://perso.wanadoo.es/luisalas/rd190500.htm

lunes, 15 de diciembre de 2014

Siete pecados capitales

LA IRA

- ¡Maldita sea mi estampa!, gritó Fernando, al mismo tiempo que se sorprendía a sí mismo por la utilización de aquella expresión que nunca antes había usado.

Mediaba enero y la mañana era fría, muy fría. Aquellos días se había dejado venir una ola de frío del norte de Europa, y este calaba los huesos sin piedad. Aún era temprano y no terminaba de asomarse el Sol para calentar aunque fuese tenuemente, los tejados y la arboleda que crecía a orillas del arroyo que pasaba junto a su casa. A pesar del entumecimiento de los músculos de la cara, que apenas le permitía hablar, Fernando  se había dejado, por un momento, embargar por el sonido del chapoteo precipitado del agua, que caía por el canalón de la casa junto a él, y el goteo incesante provocado por el deshielo de la placa blanca en que se convertía la pequeña cascada que se formaba por un leve desnivel del terreno. Le encantaba vivir en esa zona, medio de campo medio de ciudad, y justo en ese momento, por un instante sintió que estaba disfrutando del invierno, aunque solo fuese por el sonido fresco y limpio del agua caer. No se podía creer que estuviese teniendo ese sentimiento, puesto que el invierno para él, era solo un amargo trámite que había que pasar hasta la próxima primavera; un tiempo de espera, triste y oscuro, nada más. Como tampoco se podía creer que ese recogimiento que estaba sintiendo se hubiese transformado en el más absoluto horror en menos de unas décimas de segundo.

El estómago se le había colocado en la garganta, y el espanto no le dejaba pensar. Daba pequeños pasos de izquierda a derecha sin llegar a determinar el rumbo que tomaría.

- ¡Maldita sea!, repitió esta vez, con las lágrimas que querían brotar a borbotones desde la garganta mientras un ligero mareo casi le hace caer.

- ¡No me lo puedo creer!, ¿quién ha sido?, pero qué, quién... comenzó a farfullar sin parar.

La espesa vegetación que crecía a orillas del arroyo que en verano apenas dejaba ver el haz de agua que bajaba, ahora, con los fríos se había despejado, y entre las ramas raquíticas, las hojas secas, el barro y las piedras, se dejaba ver, en primer lugar, una mano y, si mirabas más allá, la mitad de un pequeño cuerpo sin vida. Era un niño, de no más de seis años el que yacía semienterrado, muerto.

Fernando finalmente consiguió sacar su mano derecha del guante para marcar el 112 en el teléfono móvil, que de un instante a otro se había convertido en el panel de mandos de un avión. No atinaba ni a desbloquearlo. Rompió a llorar, y cuando desde el otro lado le preguntaron que cual era su emergencia lo único que atinó a repetir fue: ¡un niño muerto, un niño muerto!

lunes, 22 de septiembre de 2014

Muertos de hambre *

La noche estrellada, Vincent Van Gogh
Un muerto de hambre
Belleza: sentir y deleitarse en la admiración al contemplar una puesta de sol, la caída estrepitosa de una cascada, el canto incansable de los pájaros, el arcoiris, un ser querido dormir, el silencio en medio del bosque, el vaivén interminable del mar, el sonido del agua de una fuente al caer en la mañana, es arte.

Emoción: erizarse el vello del cuerpo cuando escuchamos unas notas musicales que nos evocan recuerdos o que nos invaden por primera vez, es arte.

Sentimiento: dejarse acariciar por una suave brisa que entra por la ventana y derramar unas lágrimas al pensar que esa brisa ha sido respirada por miles, millones de seres vivos, la humanidad entera en tu habitación acariciándote. Quizás fue un suspiro de su boca que, tal vez, pensó en mí de un modo diferente, y erizarse el vello pero ahora el del corazón. Descrifar ese sentimiento y convertirlo en palabras, escribiendo poemas, es arte.

Amor: Escuchar a tu hijo rezar una oración infantil y, de las palabras primerizas que emite su boca, poner nombre a un dibujo animado que hará las delicias de otros niños como él ("niño poco...yo"), es arte.

Embeleso: Atender a los sonidos de la naturaleza en cada una de las estaciones del año y escribir una obra musical para cada una de ellas, es arte.

Llorar al abrazar a un amigo al que no ves desde hace tiempo, abrazar y besar a una madre que sufre, abrazar y besar a un niño inocente, reír a carcajadas con amigos, bailar, contemplar un color que te gusta, dormir, dormir abrazada, sentir el contacto del agua en tu piel..., vivir..., la vida.

La misma vida es arte, todo es arte, el mundo entero es una obra de arte..., y todo ello lo hemos repudiado en un rincón y hemos creado el imperio y la dictadura de los números, que, por su parte, también son arte.

Dejemos a nuestros herederos que sean artistas, porque nadie como ellos entenderá el mundo y serán sus dueños, aunque sean unos muertos de hambre. Hambre de observar, hambre de sentir, hambre de expresar, hambre de compartir.



                                       

miércoles, 13 de agosto de 2014

Animales y animaladas

El valor de la vida no es equiparable al valor de la propiedad privada. Evidentemente, la propiedad privada es mucho más valiosa.

Vivo con tres compañeros de piso, que por ser más vulnerables que yo misma, me ocupo de su bienestar y de cubrir sus necesidades básicas de alimentación, higiene, cobijo, afectividad, al mismo tiempo que ellos cubren las mías, aunque las mías son principalmente afectivas.

Misti
Lo que son las cosas, al macho lo escogí yo, Tristán. Un gato romano procedente de la provincia de Sevilla. Llegó para atenuar la pena por una pérdida. La pérdida irreparable de una gatita carey, Misti, la más bonita y también salvaje del mundo. Para que se hagan una idea de esta última cualidad suya, solo diré que perdió tres de sus fantásticos colmillos en una visita al veterinario, tales eran los saltos y carreras y, en consecuencia, porrazos que se dio por tal de no dejarse coger. 

Tristán
Convertí Tristón, el nombre con el que lo llamaban las voluntarias de la protectora Arca de Noé, a causa de la tristeza que reflejaba en su rostro tras ser abandonado en los jardines de la misma urbanización en la que vivía, en Tristán, pues no quería que cargase toda la vida con tan lastimero destino, cambiándolo por uno algo más legendario, digo el nombre, su destino solo con que sea más feliz me doy por satisfecha.




Lili
Las hembras llegaron a mí por su cuenta. Ellas fueron las que me eligieron, (curioso ¿verdad? Hasta en la elección de compañeros para convivir es siempre la hembra la que elige). Lili llegó unos meses después de Tristán, sencillamente vino a maullarme a mi ventana. Su serenata se debía básicamente a hambre, mucha hambre, y vuelve otra vez la tristeza; tristeza por los palos que se llevaba al colarse en las casas de los vecinos buscando algo que comer, según me contó mi vecino. Y es que aún era (y es) muy pequeñita. 


Tula
Y, finalmente, llegó Tula, la hembra canina, que todos los días sin excepción corría toda la calle en mi busca cuando me veía salir, fuese la hora que fuese, siempre estaba allí, en busca de unas simples caricias y palabras amables mientras me acompañaba hasta la puerta de mi casa, puesto que lo que yo le proporcionaba de comida no era de su agrado. Acostumbrada a las ambrosías con las que la deleitaban en el bar de más arriba, el pienso que yo le ofrecía poca gracia le debía de hacer, (y le sigue haciendo). Pero quitar pulgas a pelo, (inocente de mí, nunca había visto una. Puede que fuera esa la razón por la que nunca me picaron), acariciar estando sucia, sonreír y decir palabras amables, siendo de la calle, carne de cañón, valga más para la supervivencia llenando otro órgano en mayor medida, el corazón, que el estómago.

A Tula prácticamente se la quité de las manos a un trabajador de la perrera de Linares. El cual había venido en busca y captura de ella y de sus tres cachorros, para llevarlos a ya sabemos qué destino final. Una muerte lenta y horrible, hacinados en unas condiciones de suciedad, tristeza y miedo que solo me recuerdan a un campo de concentración, donde el valor de la dignidad y la vida sencillamente no existe. Tula y sus cachorros, molestaban a algunos vecinos y ese era el destino que eligieron para ellos, (quíteme, por favor, la molestia de mi vista que lo que haya más allá... me la pela). 
Sé que ha sido maltratada, por lo poco que en unos meses pude saber de ella y por ciertas actitudes que sigue teniendo en según qué situaciones. Sé que ha sido madre al menos dos veces en su vida, hasta donde he podido saber, y también sé que tiene tres años aproximadamente. También sé que desde que "tiene dueña", ha dejado de ser invisible y objeto de pedradas o maldiciones, que personas que antes ni me saludaban ahora siempre tienen una bonita sonrisa, primero para mi perrita y después para mí, siempre en ese orden. Que se le permite hacer amistades con otros perros vecinos en nuestros paseos, y no es espantada de un zapatazo, con suerte. Sé que ahora Tula, como anteriormente Tristán y Lili, "tienen dueño"y, por tanto, son propiedad privada. Y eso amigos, eso, hace de sus vidas algo valioso. Ahora sí.

Cuando veas a un gato o a un perro callejero no le pegues, no tengas con él un mal gesto, porque lo que estas pequeñas pinceladas de vida que se nos han regalado a los humanos como compañeros de viaje, compañeros en un mismo barco que somos, (y muchísimas  más, pero no es cuestión de extenderse en enumeraciones que todo el mundo conoce) de lo único que están llenos es de amor, solo de mucho amor para darnos. Aunque la realidad sea que no nos lo merecemos. 

Ayer tuve un pensamiento mientras Tula se deshacía en carantoñas, saltos y fiestas hacia mi persona. Pensé que yo sé en qué medida extraordinaria la quiero, pero puedo afirmar con toda seguridad que ella me quiere a mí aún  más.




                                                    Discurso del gran Jefe Indio Seattle









lunes, 7 de julio de 2014

Solo una más


Al retirar toda la vegetación y la piedra que, a modo de puerta, tapa la entrada a la cueva, accedes a un angosto pasadizo que, finalmente, te conduce hasta una pequeña estancia, que se comunica con el exterior a través de una pequeña abertura en el techo a modo de tragaluz. En esta estancia es donde permanecen durante poco tiempo las víctimas desdichadas del súcubo, hasta que les roba toda su esencia vital, tras actos carnales lascivos e impuros, esencia vital que le permitirá a ella sobrevivir camuflada entre el mundo de los humanos un año más. Junto a esta estancia, hay otra, cuya entrada es desconocida, más amplia, sus límites no se alcanzan a ver, y mucho más oscura. Allí es donde tira a sus víctimas, a las que mantiene con un hilo de vida, pero deja abandonadas por los siglos. Gusta de conservarlas como trofeos, como recordatorio de sus victorias. Si el hedor que de allí se desprende no te impide acercarte, podrás escuchar tras la fría piedra y por algunos orificios, que en ella la humedad y el paso del tiempo han provocado, el gemir lastimero y quejumbroso, y el deambular arrastrando sus pies, de los miserables seres que allí se hayan esclavos...

Así rezaba el narrador del comienzo de la película de serie B, que Fidel estaba comenzando a ver, cuando el teléfono sonó. Era Laura. ¡Cómo podía haberlo olvidado! Faltaba sólo una semana, y él aún no había pensado el regalo que le haría. Las celebraciones que hace Laura de sus cumpleaños nunca decepcionan, al contrario, siempre superan las expectativas de los asistentes. Todos en la pandilla adoramos a Laura. Es guapa, es simpática, es amable, es sensible, lista, divertida y amiga de sus amigos. La mujer ideal. Todos los chicos hemos suspirado por llevarla de la mano y besarla bajo la luz de la luna. Pero ella siempre se ha mantenido firme y nunca ha dado alas a nadie  para nada. Desde que la conozco, jamás ha tenido novio. Lo que todavía la hace aún más especial. Imagino que el amor que siento por ella, enraizado tan profundamente en mi corazón, es el mismo que debe sentir cualquiera de los amigos de la pandilla, que por ser fieles a ese sentimiento, tampoco nunca hemos amado a otra mujer. Desde que la conocimos hace unos años, este día siempre se ha montado la gorda. Para ella se trata de un día muy especial y se esfuerza porque su celebración quede en el recuerdo de todos. Aún no sé cómo consigue reunir a tanta gente en cada evento que realiza, pero las fiestas bien podrían ser la envidia de cualquier famoso potentado del mundo de la farándula. Y cuando Laura grita: ¡a pasarlo bieeeeeennnnnn!, micrófono en mano, y sube la música hasta unos límites que no escuchas ni tus propios pensamientos, toda la gente presente allí entra en un trance del que no salimos hasta, creo que una semana después.

Este año las cosas son un poco diferentes. No debería haber fiesta, o al menos, eso pienso yo. Lo sucedido en años anteriores debería ser causa suficiente para cancelarla, puesto que, al parecer, empieza a ser rutina. En los últimos tres años, hemos sufrido la desaparición de uno de nuestros amigos cada año, coincidiendo con la noche de la fiesta. Es un hecho de lo más extraño, puesto que todos salimos juntos de ella, pero no sé en qué punto del camino desaparecieron y, a pesar de todas las investigaciones y pesquisas policiales, nunca más se ha sabido de ellos.

Pienso en todas estas cosas mientras oigo a Laura al otro lado del auricular, hablando y contándome no se qué de qué problema que ha tenido con el repartidor de bebidas, que si esto que si aquello, cuando su voz me trae de golpe a la realidad:

- No sé por qué dices eso, Fidel, mi fiesta no tiene nada que ver con las desapariciones, dice con voz muy molesta.

Me quedo perplejo, no sé qué decir, juraría que de mi boca no ha salido una palabra.

- Bueno, bueno, no te molestes. Yo no pienso que tu fiesta tenga que ver, sino que no debería de haberla, simplemente por precaución.
- ¿A ti te gustaría desaparecer Fidel?, pregunta con voz sensual.
- Si fuese contigo, sabes que sí.
- Bien..., ya lo has dicho.

Suena el timbre de la puerta, y de un respingo despierto del tremendo sopor que me ha invadido, miro el reloj y llevo dos horas arrellanado en el sillón. Soy incapaz de discernir si la película y la conversación con Laura han sido reales o solo un sueño. Sea como sea, ahora tengo un mal presentimiento. Me dirijo a la puerta y pregunto quién es. No contesta nadie. Mi subconsciente me ha jugado una mala pasada. 

Los días han pasado rápido, como siempre, pero más aún cuando estás a la expectativa de que algo malo pueda suceder. No me puedo quitar de la cabeza la conversación con Laura y, el miedo se ha instaurado en mi corazón y en mi mente. No he querido contárselo a nadie, no quiero que piensen que desconfío de ella, y mucho menos que llegue a sus oídos y ya no me aprecie igual, porque aunque en el fondo sé que no tiene mucho sentido, sigo albergando la esperanza de que algún día acabe amándome como yo la amo ella. Pero este sentimiento nuevo que siento, mezcla de amor y miedo, me tiene estos días medio loco.

Nada parece diferente a cualquier otro año. Las escenas se repiten. La cantidad de personas que asisten, todas arregladas para ocasión, montones de regalos apilados en una esquina del local,  la bebida que empieza a circular y Laura  que se acerca a la cabina del Dj. Es su momento, coge el micrófono, y arenga a la gente, sube la música y todos empezamos a perder un poco la razón. Hasta ese momento soy capaz de contar lo que allí sucede, pero después, ya es imposible recordar, comienza el trance.

Acabo de despertar. Tengo un dolor de cabeza imposible de explicar. Apenas puedo abrir los ojos, y siento una angustia atroz en la boca del estómago. Entreabro los ojos y no entiendo qué pasa. ¿Dónde estoy?, acierto a musitar de forma apenas audible. Un hilo de luz insignificante entra por una claraboya del techo al final de la estancia. Miro a mi alrededor y estoy en lo que parece una cueva. La peste es insoportable. Creo que voy a vomitar. Intento ponerme de pie, cuando me doy cuenta de que tengo la mano derecha amarrada a un grillete que hay en la pared. ¡Eh!, grito, ¿hay alguien ahí? ¡Esto no tiene ninguna gracia! Pero la única respuesta que recibo es el eco de mis propias palabras y un susurro tras de mí. Me giro sobre mi lado derecho, y veo que en la piedra hay unos agujeros. Miro a través de ellos, pero no veo nada. Está demasiado oscuro. Pero sé que ahí detrás de esa pared hay alguien. Puedo oírlo. ¡Eh!, vuelvo a gritar. ¡Venga inmediatamente!, sigo sin obtener respuesta. ¡Eeeeeehhhhh!, grito cada vez más furioso, pero la peste se hace cada vez más espesa a medida que mis sentidos empiezan a recuperarse y, mi grito es interrumpido por una arcada que me hace vomitar. No sé cómo debe de oler un muerto, pero creo que debe ser como el olor que hay aquí, a carne podrida y en descomposición. Me revuelvo y desespero, y trato de sacar mi mano del grillete que me mantiene impotente en ese lugar, pero es inútil. Cansado de intentar soltarme vuelvo a girarme y a mirar por los agujeros. Me quedo largo rato mirando para que mis ojos se habitúen a la oscuridad, y efectivamente, empiezo a ver movimiento y a escuchar mejor. La estampa que observo me sobrecoge y espanta de tal manera que intento echar a correr, pero olvido mi mano agarrada y caigo al suelo del tremendo tirón. Mi grito de dolor inunda todo el espacio y  ahora además de tener la mano ensangrentada de intentar zafarme creo que tengo la muñeca rota. Ya no puedo más, y me siento a llorar como un niño. Me he dormido. No sé el tiempo que habrá trascurrido, pero ya no entra tanta claridad por el tragaluz. Vuelvo a oír los murmullos y con mucho cuidado me vuelvo a girar. Tengo la mano hinchada pero creo que no está rota, porque puedo moverla un poco. Miro de nuevo por los agujeros y trato de calmarme para no cometer otro error. Pasados unos minutos vuelvo a ver sombras moverse, deambulando arrastrando los pies, cabizbajos como almas en pena, con las ropas a jirones y los rostros cadavéricos,  emitiendo quejidos y gemidos, mezcla de dolor, pesadumbre y cansancio. 

Presiento que ese va a ser mi destino cuando siento tras de mí una presencia. Me giro lentamente, invadido todo mi cuerpo por el miedo  y..., es Laura, pero no es ella. Su mirada es dura, es cruel. Aún así le imploro: ¡Laura!, ¡ayúdame, por favor! Entonces comienza a acercárseme lentamente mientras que por  su boca empieza a salir un cántico. Soy consciente que es como el canto de las sirenas, hermoso, cautivador y engañoso. Me envuelve y va paralizando mi cuerpo hasta que, finalmente, quedo preso en mi propio interior, en donde puedo oír sus pensamientos, que se asemejan a un lamento:

- Cuento por miles mis victorias sobre vosotros, los humanos, hombre o mujer, es indiferente y, sin embargo, ¡estoy tan sola! Se fueron los míos, hace tanto tiempo, olvidados, despojados de su identidad, a causa de la falta de miedo y superstición en este mundo material y vacío. ¡Deseo tanto volver a tener un compañero, un amigo, alguien con quien compartir mis días!

Me conmueven sus palabras lastimeras y me dejo llevar por el sentimiento que aún sigue vivo dentro de mí, y por la profunda pena que me despierta aquel ser demoníaco.  

- Dime tu nombre, solicito tiernamente.

- Abrahel es mi nombre, respondió. ¡Quédate conmigo!

- Deseo quedarme contigo. Haz de mí lo que quieras. 

El escuchar  estas palabras dibujó en su rostro una lasciva sonrisa. Desplegó unas inmensas alas y cayó sobre mí con una fuerza descomunal, cubriendo todo mi cuerpo. Yació conmigo de forma lujuriosa e inhumana, hiriéndome de muerte y desposeyéndome de mí mismo.


Y ahora estoy aquí, deambulando entre todos los desgraciados que, como yo, se abandonaron a su encanto. Sabiendo que ya no hay destino para mí, ni vida ni muerte. Solo la eternidad por delante  para lamentarme por haberla creído y darle, ingenuamente, el permiso que necesitaba para hacer de mí lo que ahora soy. Solo una sombra entre cientos o miles de sombras más,  en un oscuro y desconocido lugar. 

Luciérnagas



Cuando yo me muera, no espero que la vida de nadie se detenga, ni que el suelo tiemble bajo los pies de alguien. Solo espero que unas gotas de agua del mar mojen el campo en el que mi cuerpo se halle.






Cada día camino por los mismos pasos que llevo dando toda mi vida. Los mismos campos, las mismas calles, y aunque hay caras nuevas, incluso las mismas gentes. Paseo, paseo y paseo y, a cada paso que doy, sea mañana o sea noche, percibo olores, sonidos que me traen a la memoria momentos de otros tiempos. El olor a tierra mojada, cuando cae una tormenta o cuando los periquitos empapan el césped al anochecer. 

Los conejitos, las amapolas, esas flores amarillas de las que nunca supe el nombre, que adornan los huertos, ahora sin labrar, que recogía cuando era pequeña, hacía ramos de flores silvestres que traía a casa, para comprobar más tarde que flaco favor hacía a aquellas flores al cortarlas, pues tan efímera era su vida metidos sus tallos en un improvisado jarrón. Las espigas que tirábamos a la espalda de las otras niñas para saber cuántos novios íban a tener. Los grillos. El canto de los grillos en las noches de verano. El silencio. Las voces a lo lejos de los vecinos al fresco. Mis sentidos me engañan porque ya no hay vecinos que salgan al fresco a las puertas de sus casas. Algún vecino esporádicamente se suele sentar en el banco del solar más abajo de mi casa. Porque yo sigo viviendo en el mismo lugar donde crecí. La misma casa, la misma calle, los mismos campos, las mismas gentes. Pero, y que será de todo eso cuando yo me muera. ¿Se irán conmigo donde quiera que yo vaya? ¿o desaparecerán del mundo no dejando ninguna huella? Me gusta escribir sobre mi vida. Y quizás sea esa la razón. Solo el miedo o la pena, a que todo lo que yo soy, a todo lo que yo he sido desaparezca. Que llegue el día en que todos esos momentos, los sentimientos que su recuerdo despierta, ya no estén, ya no sean "ni una estela". Esos sentimientos que su recuerdo despierta, como encontrar en el solar de más abajo de mi casa, mientras escucho charlar a algunos vecinos sentados en el banco ¡una luciérnaga, dos, tres, cuatro luciérnagas! Luciérnagas que no había vuelto a ver desde los años de mi infancia, en las mismas calles, en los mismos campos, con las mismas gentes.


Cuando yo me muera, no espero que la vida de nadie se detenga, ni que el suelo tiemble bajo los pies de alguien. Solo espero que mis recuerdos se recuerden. Solo así espero..., no haber muerto.
Cuando yo me muera, solo espero que alguien derrame algunas lágrimas por mí.





martes, 17 de junio de 2014

Programados para olvidar

...Y menos mal.

El hombre es pura emoción. Amor u odio, en cualquiera de sus modalidades. Y menos mal que el olvido y esa capacidad de adaptación que poseemos las apacigua. Hace un tiempo escribí que vivimos con la conciencia de la muerte pero no con la de que un día hemos de morir y..., menos mal. Pero cuando la vida no te da tregua y no te deja olvidarla cuando alrededor tuyo solo se marchan personas, que aunque no son familia, forman parte de tus días, algunos desde la niñez, muertes, en ocasiones, naturales, no tanto en otras, el sentimiento de equivocación con respecto a la propia vida es cada vez mayor. Quizás deberíamos vivir con la conciencia de que moriremos, en cualquier momento, desde ahora mismo hasta quién sabe qué minuto en ese desconocido lugar que es el mañana, el después.

Cuidar nuestra vida, efímera y sangrante, a veces, cuidarla y mimarla como a indefenso bebé. Esa debería ser nuestra prioridad cada día al amanecer.

Pero venimos programados para olvidar, no sé si para bien o para mal.

lunes, 21 de abril de 2014

"En las mañanitas del mes de abril"

Haces acopio de toda la fuerza de que dispones, alguna de ella almacenada en rincones de ti mismo que ni sabías que por ahí estaban. Fuerza y firmeza, aderezadas con ternura y disfrazadas de calma y serenidad. La serenidad que esos ojos inocentes necesitan ver cuando su compañero que no entiende de reglas ni de compañerismo aún, de un tirón le arrebata su juguete, y no contento con eso, le da con todas sus fuerzas con él en toda la cabeza. Cuando su pequeño cuerpo, que aún no guarda bien el equilibrio se derrumba ante obstáculos, a veces inexistentes, y más que daño es el miedo ante su propio sobresalto el que le provoca el llanto. Cuando echa de menos a su madre; cuando ha de esperar a que la seño, que solo tiene dos manos, aunque intenta multiplicarlas, y raras veces no lo consigue, acabe con los que hoy les ha tocado comer los primeros, ayer le tocó a él, pero él no entiende de turnos, ni de justicia. Cuando los mocos le cubren la cara, y tú solo ves la urgencia de dejarle la nariz y esos mofletes blanditos, limpios como una patena; cuando cambias los pañales, y la vista y el olfato desaparecen; cuando pones el mismo zapato más de cien veces en el mismo pie; cuando debes calmar el llanto y enjugar unas lágrimas. Cuando atender a todos a la vez, sus urgencias y las propias de la tarea que te ha sido encomendada, te convierten en poco más que una estela que se mueve de aquí para allá, sudando y jadeando. Entonces tú solo cantas. Cantas porque a ellos les gusta, se acercan a ti y, cuando terminas la canción, algunos te dicen "más", y como son ellos los que mandan, aunque pensemos que no, tú sigues cantando, todo el tiempo la misma canción. Llegamos al momento de su recogida por los padres y, mientras esperamos, les das a elegir: "¿pongo a Pingu en la tele o seguimos cantando?" Y con una sonrisa gigante y los ojos más limpios que se puedan ver, solo en la cara de un niño, contestan: "cantar". Y entonces, con toda la firmeza y fuerza, ternura, calma y serenidad con que llegaste esta mañana les sigues cantando, pensando que aún siguen teniendo preferencia el contacto y la voz humana sobre dibujitos y música tras una pantalla artificial. Es el amor por nuestros semejantes que viene de fábrica, y su olor, su voz y su contacto vienen grabados de forma sagrada en nuestro corazón..., y "las mañanitas de primavera" que devuelven al mundo toda su alegría y su color. 

No soy madre, no. No lo seré, pero soy maestra.

P.D. He buscado la canción en youtube pero no aparece. Sólo puedo dejar la letra: "En las mañanitas de primavera. En las mañanitas del mes de abril. Canta el ruiseñor y florecen los rosales, mientras juega el aire en el fondo del jardín".


sábado, 12 de abril de 2014

Ideario II


No llevamos dentro a la Madre Tierra,
es que somos la propia Madre Tierra. 
Antes solía pensar que "otro mundo es posible". Pero según pasa el tiempo, más personas conoces y,  por ende, vives ciertas experiencias directa o indirectamente, me doy cuenta de que no es posible. Sólo cabe confiar en la bondad de algunos que con sus acciones anónimas, y hago hincapié en anónimas, puesto que la publicidad, en este mundo, desvirtúa las acciones y las vuelve interesadas y al servicio únicamente del propio ego, con lo cual dejan de ser válidas para los intereses que persigan, hacen que las vidas de otros mejoren en la medida que se pueda. Cada día me reafirmo más, tristemente, en la premisa que se ha convertido en una constante en mi vida, puesto que he perdido, a niveles generales, la esperanza en el ser humano como hacedor de cambios que conviertan el mundo en un lugar solidario, pacífico, desprovisto de intereses individuales en pro de intereses universales: algún día, la tierra será un buen lugar para vivir para todos los seres vivientes: el día en que el ser humano esté extinguido. Lo hará más pronto o más tarde, es ley de vida, a pesar de aquellos que piensan que estamos por encima de las leyes del Universo. Y todas aquellas genialidades de las que somos capaces, siempre que nos guiamos por la sinceridad única del amor, se perderán para siempre.

Esto es lo que pienso, aunque a nadie le importe. 


lunes, 7 de abril de 2014

La pandilla primigenia

Los recuerdos de mi vida, desde muy jovencita, siempre están relacionados con mis amigos. En un principio, el grupo estaba compuesto solo por niñas, de las amigas de las que alguna vez he hablado en Cometas rojas, y al que a mí me gusta llamar "la pandilla primigenia". Son muy pocas, por no decir una o dos, con las que no seguimos manteniendo el contacto. Pero el transcurrir del tiempo no dejó de darnos oportunidades. Algunas personas salían del grupo, por motivos varios, y otras nuevas entraban. Algunas de las que entraban volvían, con el tiempo, a desaparecer, y en cambio, otras, se quedaron para siempre.

No fue hasta alrededor de los quince años, si no me falla la memoria, cuando empezamos a autodenominarnos Pandilla, por definición, aunque también nos solíamos llamar "la gente" ("¿dónde ha quedado la gente?")

El vínculo que formamos "los primeros", de alguna manera se lo supimos transmitir a los nuevos que llegaban, formando un grupo, que aunque no hemos dejado de tirarnos los trastos a la cabeza una y otra vez, (como es lo normal en las relaciones muy estrechas) y, con el paso de los años, esa necesidad que nacía de dentro de quedar y estar juntos a diario fue desapareciendo, he descubierto, que sigue fuerte y vivo en el corazón mío y de mis amigos, aunque en el mío yo ya sabía que ahí seguía.

Volver al pasado y recordar no es malo, nos devuelve a la memoria quienes somos, porque la vida, a veces, se encarga de hacérnoslo olvidar. Y es sano refrescar la memoria y rejuvenecer, así, un poquito el corazón, que es el que en realidad, nos mantiene jóvenes, y volver a ser los mismos locos que estábamos tirados dia sí y día también en la calle, o en la taberna del Kuasis, o en el Fénix, o en el Copa, o en la Belle, o en la Anubis, o en el Blue, o en el Bolero, a veces, sin hablar y aburridos como ostras, sólo disfrutando de la música y del simple y llanamente, estar.
   
                                                
                                                                       
                                                             (Esta canción tiene su razón de ser)
              

martes, 25 de marzo de 2014

Cielos


Las tardes primaverales libres siempre me traen recuerdos de aquellos años en que uno comenzaba a vivir por libre, será que me estoy haciendo vieja, que aunque quede mucha guerra por dar, se vuelve uno más melancólico por el tiempo pasado. En el instituto no tenía ni idea de qué era una tarde libre, si no era en períodos vacacionales. Recuerdo mis tardes siempre encerrada estudiando, salvo aquellos días en los que mi amor incipiente me hacía saltar a la calle con la excusa de estudiar para algún examen de Filosofía. ( http://saltando-enlos-charcos.blogspot.com.es/2012/02/amar.html) Hasta que decidió que no era yo la que se quedaría en su vida. A partir de ese momento, ya no hubo más tardes libres. Solía dedicar el tiempo libre que tenía (más bien el que improvisaba, dadas las circunstancias) a derramar ríos de lágrimas escondida en cualquier rincón. Es curioso como funciona el recuerdo. Hoy he tenido mi primera tarde primaveral libre. Siempre suelo contar con alguna, fría como ella sola, así es ella, cambiante y caprichosa, pero con un cielo que ha traído al recuerdo aquellos días de estudio, y más concretamente, el año en que escogí Historia del arte. Es pasado el tiempo cuando descubres que disfrutabas con aquellas horas de estudio, precisamente ahora, cuando no consigo arrancar de mi memoria ni a un solo pintor que pintara un cielo como el que hoy he podido admirar desde mi corto paseo entre-casas y que me ha traído recuerdos de aquellas horas que dediqué al estudio de tan artística materia.

domingo, 23 de marzo de 2014

El amanecer del hombre*

No sé las veces que he visto esta película documental y no me canso de hacerlo. Hoy la he vuelto a ver aunque intercalando explicaciones de arqueólogos y eruditos que lo han enriquecido aún más. Esta es la película original que vi hace tiempo. En ella queda tan bien explicado todo lo que sucede en nuestros días. No somos más que la estela de lo que en nuestro origen  fuimos. Creemos que nos inventamos a cada paso, nos adoramos a nosotros mismos, convirtiéndonos de ese modo en nuestro peor enemigo.

*El amanecer del hombre
Una nostalgia de aquellos días nos invade en estos tiempos modernos. Algunos miran alrededor y se sienten vacíos si no están en contacto directo con la naturaleza de diversas formas. Buscamos esa conexión que hace tiempo perdimos al creernos los dueños del mundo. Gaia, Gea, ella sabe lo que  hace, nosotros no. Vivimos guiados por nuestra vanidad y orgullo de seres superiores, aunque lo único que en el fondo prevalece es la añoranza de aquellos tiempos igualitarios, sencillos, íntimamente ligados a la Madre Tierra, de la que nos hemos ido separando de manera premeditada. Necesitamos recuperar aquella humildad primera que nos convertía únicamente en un eslabón más de tan grandiosa Creación.

jueves, 20 de febrero de 2014

Benedetti vs. García Márquez

El amor. El amor, según mi forma de interpretarlo, no se tiene, no se trabaja, no se encuentra, no se cultiva..., y tantos tópicos con los que hoy se habla del amor. El amor es un ente independiente de nosotros, no nos pertenece, nos trasciende. El amor es con o sin nosotros. De ahí que vuelva una y otra vez a nuestras vidas, sean de la manera que sean los finales en momentos anteriores. Una de las manifestaciones del amor, una entre tantas otras y puede que no la más importante, digan lo que digan, es el sexo. El sexo sí está ligado a nosotros, por ser un acto meramente corporal y, digan lo que digan quienes lo digan, una necesidad fisiológica. 

No todos en esta vida corremos la misma suerte respecto al amor. Unos, desde muy corta edad, tropiezan con esa persona con la que poder compartirlo, y pasan toda su vida cogidos de su mano. Hay otros, que por el contrario, hayan también a esa persona tempranamente, se anclan uno al otro, convirtiéndose en esclavos, (las razones para ello son muy variopintas, normalmente relacionadas con sentimientos de inseguridad y miedo, hasta donde mis cortas entendederas me dan para pensar). Los hay que se topan con esa persona con la que desearían ir de la mano toda la vida, y como en un espejismo la otra persona también cree que es así, pero con el tiempo descubre que no, quedando sumido el primero en una tristeza crónica de la que jamás saldrá, aunque se coja de la mano de otra persona, pasará su vida añorando lo que no pudo ser con la otra. Situaciones tan diversas y dispares como colores en todas sus distintas tonalidades se pueden percibir. Pero de lo que no cabe la más absoluta duda, es que se pueda afirmar que alguien "ya no tiene amor". En sí misma, esa afirmación no tiene sentido, porque el amor no se tiene ni se posee, el amor se posa en el alma que se le antoja cuando a él se le antoja. 

Todo esto viene porque ayer me encontré un cartelito con afirmaciones de esas que se leen por encima, por la inmediatez que ha dado internet a nuestras vidas. Lo que pasó por twiter hace cinco minutos ya es cuento viejo. Pero hay algunos de esos letreros, que te hacen pararte y reflexionar un poco. 



Amor y sexo pertenecen a ámbitos distintos del ser humano, aunque se entremezclen de tal manera que hay  veces que resulta muy difícil discernir y diferenciar uno del otro. Hablamos del cuerpo y del alma. De la misma manera que manifestamos nuestras inquietudes intelectuales leyendo, escuchando música, estudiando, ¿podríamos afirmar que si me encontrase en la tesitura de no poder acceder a la lectura dejaría de ser inquieto intelectualmente? Hace mucho que no leo una obra de Gabriel García Márquez. Tal parece que esa frase está sacada del libro Memorias de mis putas tristes, y puede que sacada de su contexto original es que me haya causado tal revuelo interior. Que me perdone el señor Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982, pero si eso es lo que piensa realmente al respecto, pienso que no puede estar más equivocado. Tendemos a dar una veracidad incuestionable a afirmaciones provenientes de ciertas personas. Pero el hecho de haber llegado a saborear las mieles del éxito y la fama no les quita su condición de humanos, que como tales, son susceptibles de equivocarse. 

Mario Benedetti, él sí da con la receta de forma mucho más certera. 


Mario Benedetti






sábado, 15 de febrero de 2014

Mi vida como una artista: Breves apuntes autobiográficos



Hoy me siento como una artista de Hollywood. Comienza el día en la madrugada no pudiendo dormir bien, me despierto por culpa de un pequeño problema en una parte de mi envase original. (Porque es mi mano derecha que si no la despedía ahora mismo.)




Llega el mejor momento del día sin lugar a dudas. El momento del desayuno. Que por ser sábado me dispongo a disfrutarlo al mil por cien. Feliz por el regalito que recibí ayer por el día de los enamorados, (sí sí, que yo también lo recibí. ¿¡Quién mejor que yo misma para quererme más que nadie y acertar con los regalos que yo misma me hago!?) Me dispongo a estrenar una de las tazas de porcelana china con unos motivos florales preciosos que adquirí ayer por el módico precio de diez euros. Llevaba toda la semana pensando en ellas desde que las vi el sábado pasado, y es que yo también tengo mi puntito consumista.



No he podido encontrar
la imagen de la escena que
describo.

Me imagino como Andie McDowell en Matrimonio de conveniencia, sentada en una silla tomando una infusión, pero en mi preciosa taza y sin invernadero, mientras se relaja con el sonido del agua caer en el invernadero que se ve tras una puerta de cristales, al tiempo que suena una envolvente música de fondo. Un momento mágico que me dispongo a emular. Y es que el glamour, he comprendido hoy que es solo cosa de los artistas de Hollywood. Que por mucho que uno quiera, no somos nada más que personas normales, que no es poco. Se me han quemado las tostadas, (momento que me ha traído recuerdos de mi infancia al rasparlas con un cuchillo. En mi casa no se tira nada, salvo aquello que ya no tiene salvación, que se haya abandonado, de forma deliberada, en el fondo de la nevera). Se me ha derramado la leche en la taza y me he abrasado la lengua en el primer sorbo.


Definitivamente, mientras me comía mis tostadas con sabor a quemado, he pensado que la próxima vez no dejaré nada a la improvisación y ensayaré mejor la escena. 


lunes, 13 de enero de 2014

Cartas de amor

Soy lo suficientemente adulta para saber lo que quiero. Soy lo suficientemente humana para equivocarme y tener miedo. Soy lo suficientemente inocente para enamorarme sin siquiera conocerte y, lo suficientemente ingenua para creer que tú también piensas en mí. Por eso, si tu pregunta y tus dudas son si estaré si te acercas y vienes a buscarme, da igual si es por tierra, mar o aire,  mi respuesta es sí, que aquí te estoy esperando, con la misma timidez, la misma duda  y el mismo miedo. Y esto solo son palabras, palabras que maneja el viento. Que hoy vienen aquí y mañana... Nadie es dueño del mañana, tan amargo como incierto.


Por eso, si tus dudas te obligan a pensar que quizás te estés equivocando, yo las disipo aquí y ahora, y te digo que sí, que estás en lo cierto y que te estoy esperando. Y que lo que traiga el mañana... ya lo iremos viendo, a ser posible, de la mano y danzando al son del caprichoso viento.