viernes, 3 de julio de 2015

Y se quedó entre nosotros


Aquellos días había un gran revuelo en todo Plusvatia. Se acababa de descifrar el mensaje llegado desde el espacio exterior. Su origen se situaba en una zona desconocida y aún sin explorar. Un planeta pequeño en el sistema de una estrella mediana en un brazo exterior de una galaxia espiral. Planeta Tierra, lo llamaban aquellos seres desconocidos hasta ahora. Este descubrimiento marcó la infancia de Ev, el cual convirtió en su único objetivo viajar a aquel lugar.

Cuando Ev entró en la escuela de viajes estelares, no pudo tener peor suerte con el compañero que le había sido asignado. Era Rebec, sobrino del Príncipe Interplanetario, al que todos llamaban Re, la persona más torpe que jamás había nacido de linaje real. Especialista en desbaratar cualquier plan con alguna torpeza. Su familia lo colocó allí, para perderlo de vista durante los viajes estelares, y ahora, era en quién debía depositar una confianza ciega.

                                               
Cuando Ev acabó sus estudios, cum laude, era el mayor especialista en transmutación corpórea, reputado y respetado expedicionario. Sus misiones consistían en el estudio de otras formas de vida in situ, o lo que entendemos en la Tierra como cotilleo puro y duro. Y siempre junto a él, el piloto más desastre que había en el planeta: Re.

Acababan de llegar a aquel bonito lugar y se hallaban sobrevolándolo en modo camuflaje. Ev, estaba concentrado en la tarea que tenía frente a sí. Infiltrarse entre los humanos y obtener todos los datos posibles de la especie. Mientras que Re, lo único que tenía que hacer  era escoger un buen modelo de humano que copiar para la transmutación e introducir los datos fisiológicos de ese ser en un dispositivo que iba conectado al sistema nervioso central de Ev. Ahí estaba toda la programación para convertirse en humano y, posteriormente volver a su estado original. Por otro lado, las órdenes eran clarísimas, una vez Ev se inflitraba entre aquella raza, el plazo límite de espera eran veinticuatro horas, pasadas las cuales se le daba por desaparecido y se declaraba el lugar como hostil.

-         Re, ¿Tienes preparados los datos?, preguntó Ev escuetamente.
-         Sí, respondió Re con una sonrisa bobalicona.
-         ¿Has programado correctamente el procedimiento inverso de la transmutación para volver a mi estado normal?, insistió Ev con desconfianza.
-         Sí, claro, ¿por quién me has tomado?, le reclamó.

Por el plusvatino más tonto que he conocido, pensó Ev.



Apareció sobre un camino de suelo gris donde se escurría un poco al avanzar. No vio a nadie. Comenzó a desplazarse dándose cuenta en ese momento que iba a cuatro patas. No había dado más de veinte pasos cuando se topó de frente con dos especímenes diferentes entre sí que acababan de doblar una esquina. Uno iba a dos patas, y el otro a cuatro, pensando que este último era el ser con inteligencia superior, ya que se desplazaba como él. Pero algo iba mal, ya que era el que iba a dos patas el que emitía sonidos similares a un lenguaje elaborado, y que pareció sorprenderse mucho al verlo allí. Emitió unos sonidos, que supuso serían palabras, que él no pudo copiar, y en ese mismo momento el pánico lo invadió. Intentó volver a su estado natural, aunque pusiese en riesgo la misión, y por más que lo intentó no lo logró.

¡Maldito capullo enchufado!, un grito atronador que solo se escuchó en el  interior de su cabeza. ¿En qué me habrá transmutado?


Como el ser a dos patas le iba haciendo señas para que lo siguiera, decidió que esa, de momento, era la mejor opción hasta que algo se le ocurriera para escapar de allí. Mientras seguía a aquel ser, observó a más como él que se iban parando y hacían aspavientos mientras lo observaban, emitiendo unos sonidos extraños, a veces, estridentes,  que no eran palabras pero que les proporcionaban gran placer, eso era evidente. Lo seguía por inercia, atrapado en el cuerpo de un ser que no era el dominante, en un planeta extraño y sin posibilidad de escapar. Se temía lo peor. Y no se equivocaba. Después de un largo paseo por un camino de tierra y polvo, se abrieron unas grandes puertas ante él y con auténtico pavor observó a un gran número de seres semejantes a él que lo observaban con una aparente plácida tranquilidad,  mientras que  el único sonido que acertaba a emitir era Beeeeeeeeee.