jueves, 28 de junio de 2012

En muchas ocasiones suceden cosas a los demás que nos hubiese gustado poder contar en primera persona.
Este es el caso, no me sucedió a mí, pero lo viví tal cual lo cuento. 

Son las cinco de la tarde y espero a una de mis niñas, B. Esta tarde tenía una fiesta de la catequesis y me temo, que con la fuerte personalidad que tiene, "trabajosa" que decimos por aquí, va a venir bien tarde, ya que ayer tuvimos pelea porque no quería venir..., era evidente, prefería la fiesta a estudiar. 


Suena el timbre del portero automático: 

 -¿Quién es?

- Soy B.

Abro y oigo no solo los pasos por la escalera, sino una respiración fatigada y entrecortada. 
Entra y, me asusto y todo el verla:

-¡Pero B, qué te pasa! ¡Estás colorada como un tomate! 

- ¡Ay, no sé Pili! Creí que no llegaba nunca!

- ¿Pero es que has venido corriendo?

- ¡No, que va! ¡Si no podía! Es la mochila que pesa mucho.

- ¿Pero qué llevas? 

- No sé, si yo cuando salí de mi casa no pesaba tanto.

- Bueno, vamos a mirar dentro a ver que pasa.

Abre la mochila, y con gran asombro empieza a sacar de ella cada pedrusco como los megalitos de Stonehenge, al menos cuatro venían.

¡¡¡¡¿¿¿¿PERO QUÉ ES ESOOOOOO????!!!!

¡¡¡¡LA MOCHILA LLENA DE PIEDRAAAASSSS!!!!

Las carcajadas recorrían cada milímetro de mi cuerpo para finalmente salir a borbotones por mi boca.

-¡Ay Pili no te ríassssssss!!!! Han sido mis compañeros de la catequesis, qué mala........

Y es que no hay nada igual a los niños,
ni a la infancia,
tan inocente,
tan espontánea,
tan fresca...
... ¡tan pérfida!

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