viernes, 28 de junio de 2013

Enamorarse o morir

Amanece cada día, y con cada nuevo amanecer el ritual se repite. Hay mañanas en las que se tarda un tiempo en reaccionar, sobre todo, si el sueño ha sido muy profundo, y al despertar, durante unas décimas de segundo, no se tiene ni consciencia de uno mismo, y menos del día de la semana del que se trata el día en cuestión. Pero, exceptuando estos días, en que el primer pensamiento consiste en averiguar si es lunes, martes..., o a ser posible, sábado o, mejor aún, domingo, cada mañana de cada día de mi vida, al abrir los ojos, mi primer pensamiento siempre es para él. Él no se presenta de la misma manera cada mañana, pero invariablemente viene cargado de magia. Unas veces, lleno de esperanza e ilusión por algo nuevo que empieza. Otras, cargado de decepciones y desilusiones, cargado de final, que aunque deseado, siempre es triste. En ocasiones, viene lleno de incertidumbre, de indecisiones que acaban matando esa magia. Pero las mejores de todas, sin duda, son las veces en las que viene cargado de fantasía. De pronto, un día, te descubres emocionándote al ver a tu vecino, ese chico en el que antes no habías reparado. Y cuando digo emocionándote me refiero a temblor de piernas y agonía en la respiración cada vez que te lo tropiezas por la calle. Y yo, que desde el día de mi nacimiento tengo a Cupido en plantilla fija, con Venus como regente y a la luna fuertemente presente, pues ya no hay nada que hacer. Mis días se convierten en una interminable incertidumbre sobre si sus horarios coincidirán con los míos y llevarán sus pasos a la calle al mismo tiempo que los míos, propiciando así el casual encuentro, y en un fantasear sobre su vida, sobre la que no sé apenas nada, pero desde este momento se ha convertido en la mejor de las vidas. No sé si es feliz o si lo habrá sido alguna vez. No sé si él querrá a alguien o si alguien lo querrá a él. Pero, por encima de todo, quisiera formar parte de su vida, y que él formara parte de la mía, porque desde ese día sería una vida ideal. Lo llevo conmigo allí donde vaya, hable con quien hable o haga lo que haga.Y así, los días van pasando, llenos de emoción y fantasía, en la que el culmen sería, que una mañana, se dirigiera a mí y viera esa misma fantasía en su mirada,  y al más puro estilo final feliz dijera: " tú a mi también"...

...Y fueron felices y dejaron libres a las perdices. FIN




4 comentarios:

  1. El verano la sangre altera!!!!

    Afortunado vecino, aunque no lo sepa

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  2. ¡¡Ayyy, qué bonito comentario Samuel!! Gracias :)

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  3. !Yo sí que me enamoro de tu forma de escribir!

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  4. Que bonito final!!!!!!!!!!!!!! TÚ A MÍ TAMBIÉN,

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