domingo, 29 de julio de 2012

II. No hay nada como el verano


Las mañanas veraniegas son como las mañanas de domingo pero todos los días.
Te despiertas con una absoluta tranquilidad..., sabes que puedes retozar en la cama sin prisas, y hacer todo con calma y serenidad. En verano, hay tiempo para todo, los días son infinitos y las noches frescas, infantiles y especiales.

Algunas mañanas me despierto y escucho a alguna vecina que está limpiando su puerta: barre, pero para no levantar mucho polvo, riega el suelo con agua, pero no con una regadera, no, una cubeta de agua y con su propia mano va echando agua aquí y allá..., y estando en la cama, viendo como los rayos matinales se filtran por las rendijas y escuchando el chapotear del agua, creo que no hay mejor despertar.


Esta tarea femenina de barrer las puertas es una tarea diaria, y no suele hacerse por las mañanas, es una tarea vespertina, puesto que después de refrescar el suelo, salen todas las sillas a la puerta y sus dueños con ellas y..., a tomar el fresco.

Mi calle es una cuesta empinada y larga, y yo vivo en la parte más baja de la cuesta, ya en lo llano, y si miras hacía arriba ves como todas las puertas están llenas de grupos de gente, sentados, charlando de forma distendida, como es lo normal en el verano.

No ha anochecido aún hoy, creo que ya es septiembre, y ya el verano da sus últimos coletazos, pero no importa, porque todos nos aferramos a ellos y tratamos de disfrutarlos lo máximo posible antes de que llegue de nuevo la oscuridad y el frío.

Aunque no haya anochecido hay muchos vecinos en sus puertas, sentados en sus sillas. Hace no mucho rato, tuvimos espectáculo y emoción, como siempre, había pasado una manada de toros hacía el sur, o sea, la calle para arriba. Y ya todos estamos tranquilos al fresco. Cuando, de pronto, se oye un grito alarmado, desencajado y desesperado:


- ¡¡¡¡¡¡UN TOROOOOOOOOOO!!!!!!!    ¡¡¡¡¡QUÉ HAY UN TOROOOOOOOOOOOO!!!!!!

No se piensa, no se pregunta, no se espera a nadie..., los pies dan patadas en el culo y tratas de guarecerte donde sea y como sea, da igual a quién te lleves por delante.

No recuerdo donde estaba ni lo que estaba haciendo, solo las voces y que todo el mundo corre despavorido a sus casas, cerrando puertas a cal y canto.

No he visto el toro, cuando he llegado a la ventana y me he asomado solo he visto una calle desierta con las sillas todas tiradas por el suelo, cual pueblo fantasma del oeste, solo faltaba la ráfaga de viento y las "brozas" redondas bailando de un lugar a otro.





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