miércoles, 29 de agosto de 2012

¡¡Qué bien huelen los pinos!!

Cuando lo normal no era que los padres nos llevaran en coche a todos lados,
las amigas sabíamos cómo convertir los casi dos kilómetros que nos separaban del agua fresquita de la piscina en un trayecto divertido, único e inolvidable.

Vamos en dirección a la dehesilla, al chaletito de una amiga. Procuramos planearlo con tiempo para pillarle la vez a alguno de sus hermanos mayores, que claro, si ellos van primero, a ver qué pintamos nosotras allí.

Aunque creo recordar, que pasaba casi todo el verano y las caminatas eran casi a diario, después de comer,   y en pleno verano. Eso son ganas, todo lo demás es tontería.

Para llegar al chaletito, tenemos que sortear diferentes obstáculos.

El primero de ellos, la caminata. Para hablar del segundo obstáculo tengo que explicar que estamos creciendo, y nuestro cuerpo está cambiando. No estamos del todo acostumbradas a sudar como personas mayores, y el hecho de ver como la ropa se empapa de sudor, y, en particular, por determinados lugares abdominales por debajo de ciertas protuberancias, nos llama bastante la atención..., parece como si quisiéramos competir a ver quién tiene las manchas más grandes... todos entendemos lo que eso significa. El calor, el segundo obstáculo, expuestas casi a una insolación. Pero qué es lo que tendrá la infancia, la adolescencia y, sobre todo, la amistad, que amortiguan todos los inconvenientes, y si me apuran los dolores.

Para ir al chaletito tenemos que salir del pueblo por su zona  industrial, a la cual se ha ido pegando el mismo, hasta ya no diferenciarse una del otro. Y en particular, hay una fábrica, de piensos de animales. Tercer obstáculo.

- ¡Preparadas para aguantar la respiracioooón!

Y entre bocanada y bocanada de aire para no asfixiarnos, nos debatimos entre reírnos por el pestazo o vomitar por el mismo pestazo.

Finalmente, llegamos. Y como locas, corremos, y fuera ropa y fuera mochilas, y...

- ¡¡¡¡a la piscinaaaaaaaaaa!!!!

Jugamos, salimos y nos volvemos a tirar, aprendemos a hacer cosas, perfeccionamos estilo, nos damos ahogadillos...

Y pasado un rato cansadas de agua, hay que pagar el tributo por tan gratos momentos.

Hay que regar los setos que rodean la parcela. Manguera en mano, a echarles agua fresquita y bendita a lo que llamamos nuestros pinos. Hemos tenido que poner un orden diario para el riego, porque más allá de ser una tarea ardua, todas nos peleamos por llevarla a cabo , y es que

¡¡¡Es casi divino el aroma que desprenden nuestros pinos cuando los regamos!!!







1 comentario: